sábado 4 de mayo de 2024

¡TIEMBLAN DE MIEDO Y FIEBRE! Venezolanos están varados en selva de Panamá (+FOTOS)

El Gobierno de Estados Unidos lanzó la pasada semana un programa que da estatus legal por dos años a los venezolanos que llegan en avión y expulsará de manera inmediata a quienes crucen por tierra la frontera con México, como una medida para frenar la masiva oleada migratoria de esa nacionalidad en curso.

Dentro de este programa no están incluidos los que ingresen irregularmente por Panamá, es decir por el Darién, México y los que han sido deportados en los últimos cinco años.

Los que accedan legalmente a Estados Unidos deberán tener un «patrocinador» que se encargue de ellos legal y económicamente.

Esta decisión ha dejado en un limbo a miles de migrantes que atravesaron la selva previo al anuncio del Gobierno estadounidense.

En Bajo Chiquito, la panameña localidad indígena a la que llegan exhaustos los migrantes tras atravesar el Tapón del Darién, la reciente noticia aún es un «rumor».

 

No hay señal de telecomunicaciones en Bajo Chiquito, por tanto, no hay forma de verificar la noticia. El Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), la fuerza de seguridad militarizada especializada que custodia los límites de Panamá, no debe dar información.

Su función, que se extrapola de sus verdaderos deberes, es brindar protección y seguridad – un tipo de ayuda humanitaria – a los miles de migrantes irregulares que llegan diariamente destrozados de la jungla.

A Bajo Chiquito, llegan una media 1.500 migrantes diario, pero hay días que superan los 2.000, según cuenta a EFE el Senafront. En lo que va de año 187.644 transeúntes han atravesado la jungla, por cualquiera de sus dos rutas.

La mayoría (más del 70 %) son venezolanos, pero también hay procedentes de Haití, Bangladesh, India, Somalia, Colombia y hasta de Filipinas, según datos facilitados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Esa cifra récord y elevadísima comparada con los años anteriores, ha llevado a las autoridades panameñas a solicitar formalmente ayuda a todo el continente.

Los migrantes arriban a ese pequeño pueblo sucios, mojados, temblando (de miedo y de fiebre), enfermos y desesperados, tras haber caminando entre dos días – los más rápidos – y seis días el Darién desde Colombia.

Su esperanza es llegar a EE.UU para “trabajar” huyendo del “hambre que les mata” en Venezuela, país al que les «duele» ver sumido en una crisis sin luz al final del túnel, según reportan.

 

 

NAM/EFE

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