viernes 29 de marzo de 2024

¡PRESTE ATENCIÓN! ¿Qué hábitos laborales deberíamos dejar para siempre en 2022?

En una jornada laboral estándar se dispone aproximadamente de ocho horas para completar las tareas. Deberían de ser suficientes sino llega a ser porque alrededor pululan una serie de elementos perturbadores (comenzando por nosotros mismos), que están empeñados en romper dramáticamente nuestra concentración y reducir nuestro rendimiento. Son ladrones de tiempo, personas, distracciones y, por supuesto, nuestros propios hábitos, los que a veces nos impiden disfrutar de una vida laboral saludable. Para Gonzalo J. Sánchez, experto en inteligencia emocional y coach en Emotium, uno de los grandes obstáculos a la hora de gozar de una buena salud laboral es nuestro empeño en gastar demasiada energía en cosas que se escapan a nuestro control.

Derrochamos enormes cantidades de energía y tiempo en circunstancias que no dependen exclusivamente de nosotros. Nos enrocamos en cuestiones sobre las que nada podemos hacer e, incluso, que no tienen absolutamente nada que ver con nosotros. Sin embargo, si conseguimos poner el foco en lo que sí depende de nosotros y sobre lo que sí podemos influir nos ayudará a sentirnos menos desgastados y con más vitalidad y energía para la acción”.

España es, según datos de la empresa WorkMeter, uno de los países en los que más horas se trabaja y de los que menos se produce. Los expertos en gestión de equipos explican que los empleados que tienden a dilatar su jornada laboral acaban por ralentizar su ritmo de trabajo por lo que dedican un mayor número de horas a hacer las mismas actividades.

J. Sánchez habla de pura y dura procastinación –acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que debemos atender por miedo a afrontarlas y/o pereza a realizarlas–. “Si queremos dejar atrás este hábito debemos preguntarnos cuál es nuestra relación con esa actividad a la que evitamos enfrentarnos y revisar qué tipo de emociones nos provocan”. “Es fundamental aprender a generar herramientas para evitar el más que probable malestar por ansiedad y estrés que nos supondrá, en el futuro, ese recurrente ‘mañana lo hago’. Otra de las claves es ser realistas y proponernos listas de tareas realizables. Plantearnos objetivos demasiado ambiciosos dentro de un tiempo limitado puede hacer que caigamos en la desidia y busquemos de nuevo el confort en actividades más placenteras. Establecer tiempos limitados de descanso así como premiarse ante la consecución de las tareas marcadas también pueden ayudarnos a no perpetuar esos hábitos perniciosos”.

Por su parte, David Gómez, coach de ASESCO (Asociación Española de Coaching), destaca lo adictiva que puede llegar a ser la tecnología. “Esta nueva era digital sin duda nos brinda múltiples beneficios pero las nuevas tecnologías, los móviles, las apps, las redes sociales y demás avances son tremendamente adictivos. Se está instaurando una cultura basada en la gratificación inmediata (la recompensa en forma de dopamina), que luego se hace extensiva a los otros planos y que es especialmente preocupante para el desarrollo normal del neocórtex de los más pequeños y vulnerables. Esto impacta muy notablemente en nuestra capacidad de atención sostenida y, por ende, es uno de los grandes distractores a la hora de concentrarnos en la tarea o el trabajo. Sin duda, tomar conciencia de cuán nocivos son estos nuevos hábitos es el primer paso para combatirlos”.

APRENDER A ORGANIZARSE, UNA DE LAS CLAVES

Las distracciones, el exceso de actividades que no son imprescindibles para el desempeño, el exceso de conversaciones triviales con los compañeros… son otros de los procesos que debemos de aprender a controlar de cara a favorecer nuestra calidad de vida en el trabajo. “Pese a la carga de trabajo a la que estemos sometidos o la intensidad y esfuerzo que requiera no deberíamos descuidar en ningún momento el autocuidado, el dedicarnos tiempo de calidad a nosotros mismos y no caer en la trampa de decirnos que no tenemos tiempo para nada. Para ello, planificarnos bien y practicar la asertividad en nuestras relaciones laborales nos proporcionará una mejor calidad de vida a la larga”, asegura J. Sánchez.

¿Pero qué sucede con aquellos trabajadores que parecen no saber marcar límites entre su vida profesional y el ámbito personal? “Esta fue una tendencia que se incrementó durante la pandemia”, dice J. Sánchez, se trata de aquellas personas que padecen el denominado síndrome del trabajador burbuja y que consiste, básicamente, en la incapacidad de marcar límites en su vida laboral, lo que acaba por conducir a situaciones altamente estresantes y perjudiciales para nuestra salud”.

Quejarse por todo –aunque tengamos motivos–; decir que sí a todo lo que nos pidan; dedicar tiempo de trabajo a tareas personales –desde curiosear en redes sociales hasta hacer compras online– hará que tardemos más tiempo en completar las tareas y, por lo tanto, pasaremos más tiempo en nuestro puesto laboral; no delegar –si aprendemos a hacerlo podemos ahorrarnos muchas horas de trabajo–; llegar tarde por sistema –lo que una vez más, retrasará nuestra hora de salida–, etc, son algunos de los malos hábitos a los que deberíamos dar carpetazo definitivamente al despedirnos de 2022. Para ello, sin embargo, es fundamental ser conscientes de nuestras malas costumbres, según el experto.

“Evitar caer en los mismos malos hábitos de siempre requiere, en primer lugar, que tomemos consciencia de cuáles son esas costumbres, sin este paso previo va a ser muy complicado cambiarlos”, advierte, “una vez que identifiquemos aquello que nos perjudica es fundamental plantear alternativas a esos hábitos, elaborar una lista de buenas prácticas y planificar conscientemente teniendo en cuenta nuestros recursos y nuestros límites”. Según J. Sánchez, existen cinco cuestiones que deberían, sí o sí, formar parte de esta lista: “Poner el foco en aquello que depende de nosotros, elaborar un listado de tareas realista y realizables, establecer límites entre el trabajo y nuestra vida personal, ser conscientes de nuestras limitaciones y solicitar ayuda cuando la necesitemos, y, por último, practicar el autocuidado, darse tiempo y abandonar el pensamiento de que somos egoístas por ello”, enumera.

Pero, ¿cuál es el papel de las compañías en todo esto? ¿Somos los empleados los únicos responsables de nuestro bienestar laboral? “Va a depender fundamentalmente del grado de compromiso que tenga la empresa con el bienestar de sus trabajadores”, afirma el especialista. “A veces, se trata de recursos simples que pueden mejorar, y mucho, el clima laboral, como por ejemplo la flexibilidad horaria. Aunque creo que lo ideal sería plantear acciones en base a las necesidades de los empleados y comprobar el beneficio emocional que conllevan. Las compañías también deberían reflexionar y hacerse preguntas sobre qué se puede hacer para mejorar el bienestar de sus empleados porque, a la larga, todos salimos ganando”.

Gómez se expresa en la misma línea: “Es muy importante que las organizaciones tomen conciencia de dónde están los nuevos retos, de qué manera establecer puentes que nos permitan permanecer humanizados, conectados entre compañeros, sin dejar de facilitar la conciliación y velando siempre por el cumplimiento del derecho a la desconexión tanto para comer, como para hacer deporte, tomar una pausa o disponer de un momento para tomar un café. Igualmente, es muy importante que las empresas le den la debida importancia al desarrollo personal de los empleados, para ayudarles a adquirir técnicas y conocimientos que les permitan ser autoconscientes y regular de forma óptima sus capacidades y emociones”.

NAM/Agencias

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