viernes 29 de marzo de 2024

#OPINIÓN Los ases de la baraja (Luis Britto García)

Un apretado conjunto de símbolos define la forma en que entendemos el mundo. Zodíaco, tarot, baraja española no determinan cómo  funciona el universo, sino la manera en que percibimos la realidad. En su perspicaz libro  Figures mythiques et visages de l’œuvre. De la mythocritique à la mythanalyse, (Paris, Berg International, 1979),  Gilbert Durand organiza el enjambre de los símbolos en torno a los cuatro elementos y su correspondencia con los  emblemas de la baraja española. Veamos qué nos dicen sobre nuestro país y sobre la mano que podemos jugar con ellos.

As de oros. Oro, luz solar, fuego, brillo,  riqueza, fuerzas materiales, centro, rueda, movimiento, eterno retorno, piedra filosofal que purifica el alma,  metal incorruptible que lo corrompe todo. A pesar de  sus desesperados esfuerzos, no ha podido despojarnos el adversario del oro negro ni del dorado. 

Todas sus agresiones siguen teniendo por objetivo arrebatárnoslos. Repitamos lo obvio: disponemos de la quinta parte de las reservas de hidrocarburos que hacen funcionar el mundo; de la segunda  reserva de oro del planeta.

Incluso con la producción disminuida a millón y medio de barriles diarios, ello nos asegura un ingreso de 47.000 millones de dólares anuales, suficientes para repotenciar Pdvsa, pagar los vencimientos de la deuda externa  y estabilizar la economía. Crimen sin nombre sería entregar la gallina de los huevos de oro para conjurar un supuesto default, cambiarla por un plato de lentejas para refinanciar deudas que jamás debieron contraerse, subastarla por el mendrugo de un miserable soborno.

As de bastos. El basto es tierra, retoño, arma del invencible Hércules, cetro de los primeros reyes, falo, bastón de mando,  poder generativo de la naturaleza,  de la agricultura, de la cría. Una campaña de calumnias nos difama como país incapaz de producir lo que consumimos. Hasta hace unos cuatro años, según las últimas cifras disponibles de las Hojas de Alimentación, producíamos el 88% de nuestros alimentos. 

Por eso, en medio de la escasez programada, nunca faltaron las verduras que no podían ser acaparadas. Un oligopolio de una docena de empresas distribuidoras intenta aniquilar la rama floreciente de nuestro agro. Mejor podarlas, que permitir que la fecunda selva acabe en desierto.

As de copas. Copa, caliz, matriz, sangre, agua,  cofre, vida, corazón.  La copa sólo recibe para dar. Es la femineidad protectora, la promesa de satisfacción de las necesidades primordiales. La copa redistribuye para todos lo que antes era de pocos o de nadie. Sólo es nociva cuando conduce a la embriaguez y el derroche que se dispersa en el  vómito.  La dispensadora de la abundancia nos elevó del Nivel de Desarrollo Humano Bajo al Nivel de Desarrollo Humano Alto, nos convirtió en el país con menor Índice de Desigualdad de la América Latina capitalista. Si no entregamos el oro, tendremos siempre la copa para beber nuestro sudor multiplicado en vida.

As de espadas. Espada, símbolo de la cruz, del discernimiento entre el bien y el mal, de la justicia, del poder.  Ni el oro deslumbrante, ni la generosa naturaleza, ni la convidante copa son nada sin la espada que las defienda. La autoridad del Estado evita que la riqueza devenga botín de los predadores. Con todos sus defectos, debilidades y omisiones, Venezuela ha templado una espada de doble filo que durante dos décadas ha resistido las más abruptas pruebas sin quebrarse: la organización política mayoritaria, y las Fuerzas Armadas.

 Los  enemigos externos  vacilan ante un cuerpo del ejército de 315.000 efectivos y una  reserva de unos 438.000, ante una coalición política que ganó 23 de 25 consultas electorales.  Esos poderes, que han contenido la amenaza externa, deben conjurar la interna. Cortar la infiltración paramilitar que  crea una parasociedad, una paraeconomía, una parapolítica. Cauterizar fronteras que son más bien heridas. Controlar con el filo de la justicia la corrupción y la docena de empresas que programan la muerte por  hambre de treinta millones de venezolanos.

Nunca tuvo país alguno tan espléndida mano para la partida de la victoria. De nosotros depende no entregar ni malversas esas cartas triunfadoras. Necesario es vencer: también es posible.

NAM/Luis Britto García