El Papa Francisco avisó hoy que la corrupción del corazón o “la connivencia hipócrita con el mal” es “el peligro más grave”, durante la oración que pronunció mientras veneraba la imagen de la Inmaculada Concepción en la Plaza de España en Roma.
El Pontífice, ante la columna de la Inmaculada, afirmó: “Y así tú nos recuerdas que no es lo mismo ser pecados que corruptos, sino que es bien distinto”.
“Una cosa es caer y después arrepentirse, confesarlo y levantarse con la ayuda de la misericordia de Dios. Otra es la connivencia hipócrita con el mal, la corrupción del corazón, que fuera aparece impecable, pero dentro está lleno de malas intenciones y egoísmos mezquinos”, meditó el Papa.
Acto seguido exclamó: “¡Cuánto necesitamos ser liberados de la corrupción del corazón, que es el peligro más grave!”.
“Esto parece imposible, estamos acostumbrados, pero en realidad está al alcance de la mano. Basta elevar a mirada a tu sonrisa de madre, a tu belleza incontaminada, para sentir de nuevo que no estamos hechos para el mal, sino para el bien y el amor”, dijo.
En este sentido el Pontífice encomendó a la Virgen a todas las personas del mundo que sufren “la desconfianza y el desánimo a causa del pecado”, para que Cristo “desate los nudos más criminales y enternezca los corazones más endurecidos”.
“Si esto se da dentro de las personas, ¡cómo cambia el aspecto de la ciudad! En los pequeños gestos y en las grandes elecciones, los círculos viciosos se hacen poco a poco virtuosos, la calidad de la vida mejora y el clima social es más respirable”, alentó.
El Papa Francisco llegó en coche a la Plaza de España para venerar a la Virgen y fue recibido por la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, con quien conversó unos instantes.
Antes de pronunciar la oración se dispuso un centro de flores con un lazo amarillo y blanco, los colores de la bandera vaticana, y después el papa saludó a la delegación de la embajada de España ante la Santa Sede, encabezada por la embajadora Carmen Peña.
Antes de marcharse pasó saludando a algunos fieles y enfermos. La tradición papal de la ofrenda de flores empezó en 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de la Virgen María, que formuló el papa Pío IX (1846-1878).
Aquel año, por voluntad de ese pontífice, se erigió el monumento en la romana Plaza de España – una columna de casi 12 metros con la Virgen arriba- y fue él quien lo bendijo el 8 de septiembre de 1857 desde el balcón central de la embajada española ante la Santa Sede.
Durante toda esta jornada festiva, numerosos fieles e instituciones fueron realizando ofrendas florales a los pies de la columna de mármol sobre la que se encuentra la imagen, sufragada por los españoles en el siglo XIX.
NAM/Agencias