Devastación. Después de tres vendavales y dos incendios menores, el 13 de noviembre de 1939, el fuego arrasó con el histórico poblado palafítico de Lagunillas en la Costa Oriental del Lago (COL). Así lo describe Oraida Basalo en “Zulia Viejo” un especial que preparó el diario Panorama con una cronología exquisita que nutre lo que hoy se conoce como Zulianidad. Cuando el Lago ardió en llamas, y borró del mapa a toda una comunidad, adéntrese y conozca.
Más de 5 mil personas murieron consumidas por las voraces llamas, ahí no dio tiempo a nada, fue de noche. Unos 300 palafitos fueron devorados por el fuego y los sobrevivientes de aquella tragedia dieron paso a la fundación de Ciudad Ojeda. Se llamaba Lagunillas de agua. Un asentamiento palafítico situado en las riberas del Lago, en lo que hoy es Ciudad Ojeda. El infierno quedó pequeño la noche del 13 de noviembre de 1939.
Para muchos la tragedia pudo evitarse. Ese día en la mañana, el jefe civil Fernando Olmos advirtió sobre el inminente peligro que corrían los habitantes de Lagunillas de Agua. Esa mañana, el funcionario advirtió que debajo de las viviendas palafíticas lucía una espesa nata de petróleo derramado por una avería en el Pozo I de la Venezuela Gulf Oil.
Gases inflamables de las instalaciones petroleras cercanas también saturaron la atmósfera, todo lo cual, ameritaba prudencia y mucha vista. Quedó prohibido entonces, encender cualquier tipo de combustible en las adyacencias, e inclusive se impidió el uso de la miniplanta eléctrica que proveía de luz al asentamiento.
Por una lámpara de gas
Esa noche, una prostituta caraqueña, conocida como Alicia Mendoza, propietaria del bar Caracas, quiso prender una lámpara de gas y al hacerlo el fuego abrazó sus manos, herida y desesperada, lanzó la lámpara por una de las ventanas de su palafito y no tardó una exhalación en iniciarse el más voraz de los incendios que se haya registrado en el Lago de Maracaibo.
El cronista Omar Bracho, relató que “todo era confusión; hombres, mujeres, niños y ancianos corrían desesperados por los chirriantes maderos, semejando un rebaño humano que emitía alaridos de dolor”.
“Trabajadores de la Venezuela Gulf Oil –prosigue el cronista- arrimaron una gabarra y, a manera de puente, entre el poblado y el muelle de embarque de la empresa crearon una vía que permitió el escape de decenas de pobladores amenazados”.
¿Fue una maldición?
Las conjeturas e hipótesis posteriores a la tragedia no faltaron. El historiador Jesús Prieto Soto recordó que “Lagunillas de Agua se había convertido en un centro del derroche y la malversación; algunos saciaban su placer carnal con prostitutas asquerosas”.
“Las respetuosas costumbres –añade Prieto Soto- de los lugareños que veneraban a la Virgen del Rosario de Paraute fueron pervertidas por los foráneos, ellos indispusieron la paciencia del sacerdote, quien arengó a la feligresía durante el sermón y los alertó sobre las consecuencias que habrían de padecer por sus actos”.
Son ingredientes culturales que la gente construye sobre hechos suscitados en paralelo con aquella premonición, pero que, objetivamente, todo fue a causa de un mal producido por un pozo cuya avería no fue atendida, una sustancia de alta combustión derramada alrededor del poblado de agua y una imprudencia de una mujer que se quiso iluminar aquella madrugada tras llegar de una noche más de vida nocturna en su prostíbulo.
NAM/ Por: Oraida Basalo/Viejo Zulia
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