viernes 29 de marzo de 2024

¡ZULIA HISTÓRICA EN NAM! La vez que por nueve días llovió negro en Cabimas

Yacía inerte, tranquilo, sin dar señales de vida hasta que un día, el 18 de agosto de 1922, tras rasgar las venas petrolíferas a 441 metros de profundidad suficientes para despertar el yacimiento ubicado en el humilde hato de los Barrosos, sector La Rosa, situada en la mansa aldea de Cabimas en una selva bulliciosa sembrada de máquinas, calderas, tuberías, equipos de cable y percusión.

Punzaron el suelo una y otra vez, perforaban sin parar, pero el oro negro se rehusaba a manar, hasta ese día que tocaron sus fibras. Eran las 5.00 de la mañana del 14 de diciembre de ese mismo año, cuando el rugir de la tierra, cual rugir de león, opacó el canto a coro de los gallos en los patios de las casas de La Rosa.

El oscuro mene se despertó lanzando grandes peñascos fósiles y emitiendo gruñidos desde lo más profundo. Un largo obelisco de ébano se alzó arrancándole el sueño a todos los pobladores.

Como una larga espiga, el crudo eclosionaba en el cielo y bañaba los techos de palmas de las viviendas, y desde entonces, quedó marcado en la historia el día que llovió negro en Cabimas.

Lo habían predicho

“María Acosta lo predijo y todos la creyeron una loca”, exclamó Rocío Contreras, quien vivía en la Costa del Lago, por la Ciénaga El Cardonal y quien diariamente le regalaba agua para calmar la sed de la mendiga. Sí, era una mendiga, María Acosta.

Acosta caminaba por la playa desde el caserío de Pueblo Viejo de Ambrosio, vestida con harapos y descalza. Mucho antes del reventón, María mojaba la orilla de su gastada falda en las dulces aguas del Lago y, al brotar pequeños capullos de brea en la arena húmeda, los tomaba entres sus dedos y decía que según lo que le susurraban sus hijos, los pájaros, esa sustancia sería la perdición del pueblo.

“Hombres blancos y de ojos azules abrirán la tierra con máquinas y le sacarán de sus entrañas un agua negra que ensuciará el suelo; pero, cuando eso ocurra ya yo no estaré aquí”, aseguraba mientras un montón de carcajadas burlescas la invadían y la obligaban a callar.

“A mí no me va a ensuciar” exclamaba María ante la burla. Esta aseguraba que cuando sucediera el reventón ella estaría en Camatagua, un sitio que nadie conocía; pero en realidad, luego del torrencial brote, nadie volvió a ver a la loca, por más intentos afanosos en localizarla.

Satanización

El estallido del pozo R-4, conocido a través del eco del tiempo como Barroso 2; generó truenos que no vinieron del cielo sino del infierno, pues, salían de la profundidad abismal de la tierra.

Los días transcurrían y el caudal de crudo seguía erguido, por tal razón, los cabimenses se sintieron atemorizados cuando un cura que visitó la localidad, comenzó a decir que la barrena de perforación de la VOC había alcanzado las tinieblas y por ello brotó la sangre del diablo.

Hasta en los techos de las casas de Maracaibo podía contemplarse la gran fuente negra, y mientras los pobladores la miraban abismados, los trabajadores de la VOC construían muros y cavaban en el suelo tanques a cielo abierto para almacenar el petróleo.

Improvisaron, asimismo, un muelle en el sector La Montañita, para poder embarcar el líquido a los barcos que lo trasladaban a las refinerías de Curazao y Aruba.

La aldea olorosa a pescado, conchas de guayaba y uvitas de playa, solo comenzó a existir ante los ojos del mundo desde ese día.

NAM/Zulia Viejo/Panorama/Yesenia Rincón

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