sábado 27 de abril de 2024

¡ZULIA HISTÓRICA EN NAM! ¡EL GAS, LLEGÓ EL GAS! ¿Quién recuerda los camioncitos cisterna que vendían querosén?

Mucha era la leña que cortaba la madama María en los inicios de los años 20 para cocinar los panes que vendía en las polvorientas calles de Cabimas. Pasaba horas tronchando las ramas de los árboles para luego llevarlos al fogón de su cocina y prenderlas con el venteo que provocaba.

Según el cronista Pedro Estrada, aquel laborioso trabajo lo hacían todas las amas de casa cada vez que tenían que preparar los alimentos, hasta que el 21 de marzo de 1925, la compañía Lago Petroleum puso en funcionamiento una refinería en La Salina.

“La planta comenzó a producir un líquido amarillento que era derivado del petróleo. Un aceite ligero e inflamable cuyo color variaba de incoloro a negro. Se trata de un nuevo hidrocarburo llamado querosén el cual modificó el estilo de vida del cabimero”.

La incansable manera de encender el carbón o la madera, llegó a su fin a partir de 1930, cuando la empresa ofrecería el “gas” o «gasplant» como acostumbraron algunos a decirle al querosén.

El Capitán

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Grandes tumultos se formaron frente a la refinería, ubicada, en aquella época, en lo que son hoy los galpones de Campo Blanco, frente a la Unidad Educativa ‘Pedro Julio Maninat’. “Cuando la gente empezó a utilizar el producto aquello era visto como un acto de magia. Quedaban sorprendidos al ver como el chorrito de querosén encendía tan rápido la madera.

No obstante, la metamorfosis de la vida de los cabimeros continuó en 1935 con la aparición de las cocinillas marca Dixie. Aquel adelanto fue recibido con mucho agrado por las amas de casa debido a que, con solo abrir una válvula y encender el mechero, ya obtenían el fuego para preparar la comida.

En páginas del órgano informativo del Centro Histórico de Cabimas refiere: “En ese momento es cuando los representantes de la empresa petrolera empiezan a distribuir a los comerciantes un envase sellado de querosén. Los potes, estaban registrados bajo la marca de fábrica ‘El Capitán’ y fueron llevados hasta las bodegas para ser expendidos de una manera más fácil al consumidor”.

Multiuso

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Entre las primeras tiendas que expendían querosén, víveres y otras mercancías se cuenta las de Esteban Prieto, Ulises Isea, Pedro Nava, Natividad Rojas y Eleazar Freites, como lo refiere el historiador Martiniano Sánchez en su libro ‘Vivencias en tres tiempos de la Costa Oriental del Lago’.

La modalidad se extendería luego a los distintos sectores de la zona, como el caso de María ‘La Coriana’ Fernández, quien a partir de 1940 ofreció el litro del hidrocarburo a una locha. Así lo recuerda Egledis Fernández, hija de la difunta.

“Mamá lo almacenaba en una pipa que tenía en el patio. La gente lo compraba para calentar, así como combustible para motores diésel, tractores, mecheros y como base para insecticidas, pero, además, por mucho tiempo, fue empleado para el alumbrado de las casas y se vendía como combustible para lámparas de querosén o quinqué”.

El tilín del querosén

Quienes vivían retirado de las bodegas no tenían problema, había un aviso que les indicaba que venía un camión para vender el producto. Un camioncito cisterna pequeño, con su tanquecito pintado de naranja con letras grandes en blanco ‘Inflamable’ era el que traía el producto.

El vehículo tenía atrás una campanita dispuesta con un tubo que el vendedor hacía sonar una y otra vez en señal de que ‘venía llegando el camión del querosén’. Tan pronto la gente escuchaba la campanita, corrían hasta el frente de las casas con cacerolas, bidones o garrafones y compraban el producto que el mismo ‘campanero’ les vendía directo del tanque al garrafón.

“La gente sacaba su pote, porque el camión venía, incluso hasta ya había un horario y un día fijo en el cual el camión pasaba y ya la gente tenía preparado su envase”, recuerda Antonio Cárdenas, primer chofer a bordo de un camión cisterna en Cabimas.

El campanero

Como ya se describió aquel ‘tilín, tilín’, sonido metálico con eco suave, pero, penetrante era provocado por el ayudante, o despachador del querosén, quien iba encaramado en el tanque del camión para golpear la campana fijada en la parte superior a un extremo de la unidad, bien adelante o bien atrás.

Cárdenas lo recuerda con nostalgia: “Parecía un ritual, todos los que la tocaban, lo hacían con el  mismo ritmo (…) Comencé en la década de los 40, al comprarle un camión y la carga a un comerciante de nombre Germán Luzardo, pionero en venta de querosén en Cabimas”.

Cuenta el historiador Israel Vicuña, los pobladores también tenían la creencia de que el querosén era efectivo para curar heridas y quitarles la tos a los niños, por lo cual, ante el variado uso del líquido, la gente acostumbraba a decir ‘Sabéis más que el gas…’

“En las lesiones, rociaban un poquito y paralizaba la salida de la sangre y en ataques de tos o lombrices, se untaba unas gotas en el cuello del enfermo y se frenaba el malestar”.

Como todo, el camión del querosén se marchó

Con la aparición de otras fuentes de energía como la gasolina y la electricidad, el uso del querosén se limitó a zonas rurales, algunas industrias y como disolvente casero, lo cual obligó a disminuir su producción y con él su venta masiva, principalmente la que se hacía en camiones.

NAM/Redacción/ViejoZulia

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