viernes 29 de marzo de 2024

¡ZULIA HISTÓRICA EN NAM! ¿Egipto en Maracaibo? Totalmente, ¡Egipto en Maracaibo y a la espera de un rescate! (Fotos)

En medio del colorido inspirado en el trópico caribeño que caracterizó las casas de El Empedrao fue erigida la estructura de la Cárcel Pública de Maracaibo semejante a una mastaba egipcia, cuya imagen remontaba al árido paisaje africano.

El edificio resaltó entre el resto de los construidos a finales del siglo XIX en la ciudad. La mezcla de estilos, predominantemente europeos, que crecía en las edificaciones de la cosmopolita capital zuliana, se alteró con el levantamiento de esta obra inspirada en la arquitectura funeraria faraónica, comparada con las tumbas del as necrópolis de Saqqara, Djoser o Gizeh en Egipto.

El correccional se situó al final de la calle Obispo Lasso, al lado de la cañada Nueva, hoy cañada Lara y sirvió por 86 años de lugar de reclusión para la purga de penas impuestas a los delincuentes de la ciudad.

La construcción semejó a las tumbas egipcias en forma de pirámide truncada, que aún hoy marca diferencia con el resto de los edificios de Maracaibo. El edificio ha sobrevivido –por su inmejorable construcción- al abandono, a la desidia, a la delincuencia y a “algunas pretensiones” de derribarlo.

“No era de extrañar que los poetas de la época hicieran el comentario que la obra desencajaba con lo que era la tendencia de aquel tiempo y que agregaba a la ciudad un perfil surrealista”. La aseveración pertenece al escritor Jesús Ángel Parra.

El tranvía pasaba frente a la cárcel, cuya originalidad se alternó con las marcas norteamericanas o europeas de los autos que transitaban por la ciudad, el sello alemán de las mansiones de Los Haticos o la estructura inglesa que albergaría, años después, al Mercado Popular.

Transformaciones

Hacia 1894, bajo el mandato presidencial en el Zulia de Jesús Muñoz Tébar, quien ordenó construir la edificación de tres niveles que sustituyó un viejo retén del centro de la ciudad. Según el historiador Juan Besson “la antigua cárcel era solo una mazmorra infecta (pestilente)”.

La forma egipcia del edificio no era de extrañar –recuerda el cronista Nectario Boscán- “El desarrollo que experimentaba la ciudad impulsó ideas de esa magnitud”.

Los trabajos para levantarla comenzaron en 1894 y finalizaron meses después, a carego de una junta de fomento integrada por Francisco Ochoa, Rafael López y Ramón Pons y se puso en funcionamiento al siguiente año.

El hermano del presidente Muñoz Tébar, ingeniero Luis Muñoz, guio la obra a la cual se sumó los trabajos de escultura de Juan Font y de albañilería de Antonio Ávila.

Rejas adentro

La entrada del edificio estaba formada por seis columnas y una torre a cada lado de 11 metros de altura con azotes para guardias y policías. Cada una albergaba dependencias del penal.

En una de las alas estaba el directorio, los túneles, la Alcaldía (Dirección), la despensa, archivos y dos salones para arrestos. También disponía áreas para las enfermeras y un salón médico, cuya conducción asumió, en 1937, el doctor Alonso Araujo Belloso en sustitución del doctor Adolfo D’empaire.

Se disponía de corredores alrededor del patio central y un aljibe con capacidad para 96.300 litros de agua. En la segunda parte, se ubicaron los prisioneros, centinelas, la cocina y los baños.

Quienes estaban recluidos podían estudiar dentro de la cárcel. Para 1939, la autoridad del centro penitenciario denominado alcalde, notificó al presidente de la región la promoción de 57 alumnos al 2º, 3º y 4º luego de aprender aritmética, gramática, geometría, geografía, higiene, deberes morales, escritura e historia.

Castigos fuertes

En la cárcel había “salas disciplinarias” para el castigo de los reos con mal comportamiento. Cuenta David Urribarrí, nacido en 1930 y quien laboró en el reclusorio: “La conducta debía ser progresiva y si no era adecuada, iban a estos pequeños cuartos donde la luz no penetraba, donde, a lo sumo cabía solo dos personas, la comida pasaba por una hendija y el calor era infernal”.

A la prisión iban personas como Luis Tudares, quien el jueves, 25 de junio de 1936 “fue remitido a la cárcel púbica con boleta expedita por el Juzgado del Segundo Circuito dirigida por el alcalde, tras seguírsele juicio por el delito de lesiones en la persona de Pablo Julián Franco”.

Avisos como este se publicaban casi a diario en Panorama. También se daban a conocer los casos de las personas que salían en libertad: “Habiendo cumplido en la cárcel pública, el 12 de agosto, las tres cuartas partes de la prisión que le fue impuesta por los tribunales de justicia, constante de dos años, seis meses y 25 días, el señor Hilario Reyes fue puesto en libertad, pero, de acuerdo con la ley ha sido confinado a permanecer en San Timoteo, municipio General Urdaneta del Distrito Sucre del estado Zulia, relativo a la cuarta parte que le fue rebajada, terminando su confinamiento el 17 de enero de 1937”.

Fugas

Un muro de siete metros de altura y 80 centímetros de espesor rodeaba el recinto. Fue considerada la primera cárcel de Venezuela, pues reunía el gusto arquitectónico, la seguridad y la higiene.

A pesar de las altas paredes que lo circundaban, Virginia Reverol, habitante de la calle Aurora, recordó que “en las madrugadas se veían caer las sábanas enlazadas con nudos por donde escapaban los malhechores”.

“Los domingos, llevaban a los presos a la terraza y desde ahí se veían saludar a sus familiares”, recuerda Yaneth Villasmil.

En ocasiones, sacaban a algunos reclusos para limpiar la cañada que pasa por un lado del lugar. Tomás Muñoz, vecino de la calle Trinidad, consideró que la zona fue pacífica por la presencia policial en el penal.

Los motines fueron escasos, reinaba la tranquilidad. “Tal vez porque los presos no estaban allí por crímenes horrendos como los de ahora, además, ya tenían sentencia. Los vigilantes eran civiles llamados ‘chácharos’; luego la policía y después los militares”.

Par los años 30, del siglo XX, durante la administración del gobernador Vicencio Pérez Soto, se modificó la distribución de las celdas, para adecuarla al alto número de convictos.

En el momento resultó detenido el obrero Enio Rincón, quien intentó meter aguardiente en el lugar.

Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se usó como cárcel política y en los años 50 pasó a ser retén policial, cuando se construyó un nuevo recinto carcelario.

Hoy se mantiene en pie a pesar del paso del tiempo y el abandono, a la espera de su rescate como patrimonio cultural e inclusive arquitectónico de la región y ¿por qué no? del país. De hecho, fue designado Patrimonio Cultural de la Región en 1976.

El edificio ha sido propuesto para ser sede de varias instituciones, entre ellas la de Fundagraez, Casa del Gaitero y Casa de la Cultura. De hecho, en la década de los 90 sirvió como recinto expositivo de obras de arte, pero todo aquello fue circunstancial y momentáneo.

Durante el segundo gobierno de Arias Cárdenas, hubo un proyecto para su total recuperación y habilitación como espacio cultural, pero todo ello quedó en proyecto y, al igual que el Palecete de Loyola, el faraónico lugar sigue allí, como un anuncio de cuántos elementos de valor se abandonan en Maracaibo.

Deplorable estado actual

 

NAM/Viejo Zulia

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