jueves 28 de marzo de 2024

¡TODO UN RETO! Rescatistas del Mediterráneo son el foco de la justicia Europea

Allí, en el mismo espacio geográfico, comparten desde una muchedumbre de turistas que se broncean en las playas como los bomberos en el agua, buques europeos en vigilancia, refugiados jugándose la vida y las flamantes embarcaciones de organizaciones de la sociedad civil que navegan para salvarlos y lanchas libias con ametralladoras montadas para impedir los rescates.

En esta fosa común  que ha cobrado la vida de 619 personas  este año, las autoridades de varios países mediterráneos ha formulado una pregunta que indigna al mundo humanitario y excita a los partidarios de cerrar fronteras: ¿son traficantes de personas o rescatadores?

Hace una semana, el 7 de mayo, una jueza de la isla griega de Lesbos absolvió de todos los cargos a cinco personas , tres bomberos de la organización española Proem-Aid y dos cooperantes daneses, que enfrentaban hasta diez años de cárcel por tráfico de personas, el caso, que  inició en 2016, el cual la fiscalía de Grecia mantuvo la acusación “hasta el último minuto”.

“Han sido dos años en los que se ha criminalizado la ayuda humanitaria”, explicó a una entrevista al The New York Times en Español Manuel Blanco, uno de los bomberos absueltos y vicepresidente de Proem-Aid. “Nosotros nacimos ante la inacción de los Estados, llegan muchas embarcaciones y hace falta ayuda”.

El caso es insolito porque, aunque la organización desarrolló labores de rescate desde diciembre de 2015 en el mar Egeo, la acusación se refería a unos hechos en los que no hubo rescate, es decir,  los bomberos se subieron a un barco de los cooperantes daneses para acudir a un supuesto salvamento, el cual no lo hicieron en el suyo porque estaba siendo reparado, pero allí no había nadie.

Es algo relativamente habitual en este tipo de operaciones porque se reciben coordenadas o avisos incorrectos, pero sorprende que se investiguen unos hechos en los que no hubo salvamento.

La ruta más peligrosa del mundo

Proem-Aid quiereregresar al Mediterráneo central, a la ruta marítima Libia-Italia, la más peligrosa, pero es una operación cara y compleja que la organización aún no sabe si podrá llevar a cabo: tan solo el costo de comprar o alquilar un barco, pagar la gasolina y afrontar otros gastos de logística puede ascender a millones de euros. Una visión que aterroriza a quienes se suben a los botes inflables para intentar llegar a Europa es la de los guardacostas libios, algunos amenazan con tirarse al agua con tal de no caer en sus manos y regresar a Libia.

Los guardacostas, formados y financiados por la Unión Europea, patrullan con soberbia, intimidan a los barcos de rescate y, en virtud del acuerdo con Italia, intentan impedir la salida de barcazas, es el método que ha encontrado la UE de trasladar su frontera al sur: de marcar, con dinero y diplomacia, dónde empieza la realidad africana.

Las víctimas se han rebelado contra esto, 17 nigerianos que sobrevivieron a un naufragio el año pasado han denunciado a Italia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por coordinarse con Libia para intentar devolverlos al país norteafricano, sumido en el desgobierno y el caos posgadafista.

NAM / Reuters / Arybett Acosta.