En Venezuela, mi bello paìs, ocurren cosas que ponen espanto, algo que en otros lugares no he visto, ni me han comentado que ocurra. Suele suceder con mucha frecuencia, especialmente en los comercios de asiáticos, en el transporte público y con algunos vendedores ambulantes.
Pero donde se nota con mas frecuencia es en los comercios cuyos dueños son asiáticos, según me cuentan ciudadanos que diariamente se les presenta la situación. Para precisar de qué se trata, quise hacerlo desde la voz de los afectados, quienes sin ninguna objeción a ser grabados, dicen lo siguiente:
Sr. Oscar Mata: «Mire señora estos chinos se creen los dueños de todo, con el asunto del vuelto (cambio) nos tienen fregaos, fíjese, si les gastamos 10 $ y vamos a pagar con un billete de 20, nos dicen que no hay vuelto, que tenemos que gastar los 20$ si queremos llevar los productos. No puede ser… pero no tenemos quien nos escuche…»
Petra Carrasquero: «¿Los chinos? esos son unos zánganos, unos vivos. Mire en estos días estoy allí comprando unas cositas, que me hizo un total de 10$, cuando veo que me están metiendo en la bolsa unos cubitos. Le digo: mire esos cubitos no son míos, yo no uso cubitos, entonces con su cara bien lavada me dicen: no lleva nada, porque no hay vuelto, si quiere… lleve cubitos». (Se refiere a los cubitos Maggi).
Luis Lozano: «En estos días se armó un alboroto donde los chinos, un señor se molestó mucho porque lo obligaban a que gastara todo lo que tenía, sus 20$ porque no tenían cambio. El señor les habló duro, le dijo que eran unos ladrones, que no podían obligarlo a gastar todo y agarró los productos que tenía en la bolsa y los lanzó en el suelo… cansado señora, cansado de que siempre es lo mismo. Además estos negocios de asiáticos son muy cochinos porque allí tienen las papas podridas que no quieren perder».
María García: «Los carriteros (choferes de tráfico) agarraron el truquito de los chinos, tenemos que llevar lo exacto para el pasaje, porque no dan vuelto. ¡Usted ha visto! tanto ladronismo en este país y nadie dice nada y el que se atreve, lo meten preso o lo amenazan».
Definitivamente, estos relatos nos revelan características típicas de la estados fallidos, esos donde la ley está muerta y vestida con tinta negra. Esos donde las autoridades no cumplen sus funciones y sus cargos son solo medios para ponerse donde «hay», como dice el dicho.
Creo que estas situaciones que diariamente viven los venezolanos es sistémica, es una práctica que se ha entronizado, porque, se interpreta que es un país desordenado, donde no hay mecanismos de control para evitar los abusos y porque los valores fundamentales han pasado a ningún plano (ni siquiera al segundo).
Es un problema que toca la moral, porque estamos en el punto donde a nadie le importa nada: tiramos la basura a la calle, destrozamos los bienes de uso público, nos importa nada que las escuelas funciones a medias, que no se cumplan los horarios escolares. Cada quien de su casa para adentro.¿Dónde está la ciudadanía? ¿Para donde se marchó el respeto?
Por toda esa mala praxis cotidiana que se manifiesta y se expresa en la microeconomía del venezolano, que estira sus ingresos para poder vivir y que sufre, cuando otros, valiéndose de trucos diversos, inventan formas de quitarle lo poco que tienen, porque apropiarse de lo ajeno en Venezuela se convirtió la regla, porque desde los altos niveles de la administración de los recursos del país, es lo que vemos a diario. Nuestros ingresos petroleros y de todo tipo han sido repartidos en bolsillos de unos cuantos vividores que en nombre de un falso nacionalismo, han sabido dilapidar lo que no les pertenece, lo que es de todo, lo ajeno.
Los venezolanos estamos hastiados, cansados, queremos que se produzca un cambio en el sistema de gobierno y en todas las esferas de la vida, en la educación, en los valores, en la moral, para acabar con esas distintas formas encubiertas de apropiarse de lo ajeno.
Es necesario recomponer el país, es tarea de todos, cada uno desde su espacio, haciendo lo que le toca y haciéndolo bien. No esperemos todo de los gobiernos, participemos activamente como contralores sociales, aprendiendo y enseñando que lo ajeno se respeta.
NAM/Carmen Rosa Blanco/Educadora
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