El proceso de diálogo que arrancó el viernes 13 en México, inicia en medio de un clima político-afectivo que es necesario tomar en cuenta, sin despreciar el largo, difícil y desgastante trayecto nacional e internacional que ha recorrido.
Este nuevo intento tendrá efectos internos e igualmente externos por cuanto incidirá en la correlación de fuerzas y, por ende en la reconfiguración del mapa político de la región. Impulsará un nuevo juego geopolítico. En tanto agenda, pretende trascender lo meramente electoral hacia un acuerdo de convivencia política.
Lleva sin embargo, una pesada carga afectiva, por cuanto es un evento político que convoca sensaciones, sentimientos y estados de ánimo en general.
Emociones cargadas de significado político relacionadas con experiencias anteriores fallidas, que, sin duda, inciden sobre las expectativas de la ciudadanía en torno a esta nueva convocatoria a dialogar. Ello ha dado lugar a un clima político afectivo en torno a la credibilidad, legitimidad, la esperanza y el éxito de este nuevo intento.
Tal convocatoria corre en paralelo al desgaste del diálogo, en razón del fracaso de los últimos intentos y ello le ha restado legitimidad y credibilidad ante la ciudadanía. Ello implica una tarea que no se puede soslayar ni retrasar, que es el reposicionamiento del diálogo. Imperante un nuevo enfoque estratégico con miras a relegitimarlo y, sobre todo, a rescatar la maltratada credibilidad de la ciudadanía.
El diálogo es prácticamente la única salida para salir de la crisis actual. Repensar el país, reconstruir las relaciones políticas, económicas, sociales y psicológicas; destrabar el malsano juego político es un complejo proceso que debe convocarnos a todos y todas. Abordar la crisis multidimensional bajo pactos, acuerdos entre las partes que incluyan perdonarnos, reconocernos y la decisión de transitar juntos esta nueva etapa. Ello implica un reto que no se puede soslayar ni retrasar que es el reposicionamiento del diálogo ante la ciudadanía y convertirlo en un proyecto común, un proyecto ciudadano.
De no afrontar este reto, aumentará la impotencia, el desencanto, la pérdida de credibilidad y legitimidad y estaremos abonando un terreno fértil para que se vaya posicionando en la ciudadanía la idea de un salvador.
¿Estaremos a la espera de un Mesías?
NAM/@maryclens