viernes 26 de abril de 2024

#OPINIÓN Trampa, pecados y sorpresas (Maryclen Stelling)

De obligatoria lectura la entrevista realizada a Evo Morales, (La Jornada, 16-11-2019),  titulada  “Caí en la trampa;  el golpe se urdió en la embajada de EEUU…”, suerte de mea culpa donde reconoce lo que califica como “sus pecados”.

Autocrítica donde  se conjuga  sorpresa, dolor, esperanza y cierta ingenuidad. Un Evo sorprendido por el golpe después de 14 años en el Gobierno, cuando “pasamos de un Estado colonial a un Estado plurinacional con una economía plural, donde el Estado encabeza la inversión, acompañado por el sector privado”. Sorpresa ante el golpe “organizado, bien planificado, bien financiado por grupos violentos».

Asombro frente a unas FFAA que” tenían una buena imagen” pero “que no son garantes y apoyan las políticas neoliberales” y, además,  están “con los sectores oligárquicos”. Tímida esperanza  de que “no sean todas las fuerzas armadas las que hayan participado, sino los comandantes”.  Aflora su desconcierto cuando distingue entre iglesias buenas y malas.  “No toda la Iglesia católica es mala” y “algunas iglesias evangélicas, pero también hay buenos, como los metodistas”.

La autoproclamada Añez, sorprende con el decreto presidencial, por el que moviliza a las FFAA “para el restablecimiento del orden interno y estabilidad pública”, eximiéndolas de responsabilidad cuando actúen “en legítima defensa o estado de necesidad…”  Queda Bolivia a merced de la militarización y una  fuerte represión.  Se impone a los medios una censura político-religiosa.

Aflora el carácter racista del golpe de Estado,  suerte de  «revanchismo racista» de los radicales con la consiguiente  estigmatización,  marginación y persecución de los pueblos indígenas.

Los actores opositores se abocan a la  construcción de un nuevo enemigo, constituido en  una amenaza real o inducida.  El miedo al otro y la satanización de ese  otro promueven la polarización desde una perspectiva racista,  al igual que favorecen la cohesión  social en  torno al poder.  El conflicto se plantea entonces como un  enfrentamiento amigo-enemigo en nombre de “la verdad”.

Cual fundamentalismo religioso se concibe entonces la  política como una batalla entre el  bien y el mal. Suerte de convicción de la inseparabilidad entre la religión y la política que justifica la violencia. El fin de la inocencia.

NAM/Maryclen Stelling/@maryclens