jueves 25 de abril de 2024

#Opinión Tiempos de cambio: Teodoro en su bajadita (Vladimir Villegas)

Fisicamente, Teodoro Petkoff ya no existe. Pero es innegable la profundidad de la huella que ha dejado en la vida nacional. Frente al aguerrido luchador político no se podía ser indiferente . Fue un hombre criado en el debate, en el contraste de ideas, y, sobre todo, en la acción política. Tuvo, como todos, aciertos y errores, pero como pocos, supo corregir rumbos y aceptar equivocaciones sin el cálculo personal o la mezquindad como brújula. Desde muy joven se enfrentó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, ya en las filas comunistas, y también los pasillos de la casa que vence las sombras conocieron de su ímpetu juvenil.

Fue uno de los promotores de la línea insurreccional que llevó al PCV y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria a la lucha armada, aventura que devino en un estrepitoso fracaso. Y tuvo el coraje de promover también la rectificación de esa política, junto a la absoluta mayoría del viejo PCV, entre ellos quienes nunca apoyaron la acción guerrillera, como mi padre Cruz Villegas y otros contados miembros del Comité Central de esa organización.

Nunca fui eso que llamaban «teodorista». Al contrario, durante mi pasantía por la política activa milité en organizaciones en las cuales se le veía con recelo ideológico, más desde el chiché impartido como línea política que desde la reflexión serena y fría. Una secuela más de la división del Partido Comunista, que dio nacimiento al Movimiento al Socialismo, el partido creado a partir de un debate, de repercusión internacional, sobre las desviaciones del modelo socialista de corte ortodoxo.

La crítica de Petkoff a la invasión de Checoslovaquia en 1968, plasmada en un polémico libro, cayó como sal y limón en una herida abierta. Hasta el entonces secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, lo criticó en su informe a un congreso partidista y lo acusó de peligroso revisionista . Fue un paso audaz y valiente atreverse a cuestionar el dogma de la «iglesia» comunista.

Teodoro lo hizo y abrió una brecha que muchos vieron y tomaron decididamente. Otros murieron y otros todavía viven convencidos de que Teodoro fue un renegado, un traidor a la causa de la revolución, y todos esos calificativos que le caen encima a quienes se atreven a cuestionar a un líder «infalible» o a las verdades establecidas para no ser revisadas jamás.

Como cosa curiosa, algunos de quienes lo acompañaron en la fundación del MAS lo hicieron porque efectivamente vieron las verrugas de un modelo que a punta de tanques o de severa represión impedía cualquier aire democrático, de disidencia o de tímida discrepancia con el manual. Pero hoy,teniendo tan cerca las aberraciones de lo que se hace llamar » socialismo del siglo XXI, nada dicen, ni un gramo les queda de ese espíritu crítico que los llevó a formar filas en el MAS para acompañar la propuesta del «socialismo con rostro humano», en democracia.

El MAS bajo el liderazgo de Teodoro, Pompeyo, Freddy Muñoz, Argelia Laya, Eloy Torres, Víctor Hugo De Paola y otros dirigentes, apenas llegó a ser, en su mejor momento, una tercera fuerza política, muy lejos, electoralmente hablando, de los otrora grandes partidos AD y Copei. Pero esas siglas fueron determinantes para el desplazamiento del bipartidismo. Sus dos figuras emblemáticas, Márquez y Petkoff, formaron parte del segundo gobierno de Rafael Caldera, candidatura que apoyaron junto a otros factores de la llamada izquierda tradicional. Teodoro llevó sobre sus hombros el peso de la controversial Agenda Venezuela,» Estamos mal pero vamos bien», fue su frase emblemática para defender una estrategia económica que a la postre no dio resultado. Allí lo adversamos, desde La Causa R, y después el PPT.

Luego vino el proceso electoral de 1998. La mayoría del MAS viró del inicial apoyo a Irene Sáez al respaldo pleno a Hugo Chávez. Ni Pompeyo ni Teodoro ni la gran mayoría de los viejos dirigentes del partido naranja que aun vivían acompañaron esa decisión promovida por la dupla Felipe Mujica-Leopoldo Puchi. «Los espero en la bajadita» fue la profética frase de despedida que pronunció Teodoro al abandonar la organización a la cual se entregó en alma, vida y corazón. Era una frase a su ex compañeros de militancia, pero a la postre terminó tocado a todos quienes, desde la izquierda, apoyamos electoralmente al hoy también difunto Higo Chávez.

Quienes asumimos el apoyo a Chávez, en mi caso hasta el 2007, no acompañamos la aprehensión que tuvieron Pompeyo y Teodoro frente al comandante del 4F y frente a lo que en la práctica se transformó la propuesta de refundar la República. Lo apoyamos, con la misma convicción que llevó a Petkoff a tomar decisiones equivocadas o acertadas. De ese proceso encabezado por Chávez yo reivindico la Constitución de 1999, hoy prácticamente convertida en letra muerta.

En esa bajadita que pre anunció Teodoro nos encontramos hoy millones de venezolanos. Es la bajadita del sueño por una Venezuela democrática, justa y próspera,que tarde o temprano se hará realidad y en la cual se reconocerán los aportes del desaparecido fundador del MAS y de Tal Cual.

Teodoro no apoyó nunca a Chàvez. Aunque sí fue partidario de la amnistía general para los presos del los movimientos militares del año 1992. Sí respaldó,como buena parte de la oposición, a Francisco Arias Cárdenas,en las primeras elecciones posteriores a la aprobación de la Carta Magna de 1999.

Fue un duro crítico del chavismo. Y justo es decir que tampoco le hizo concesiones al extremismo opositor. Enfrentó a Chávez y a Nicolás Maduro como político desde la trincheras del periodismo. Primero como director del vespertino «El Mundo» y luego desde su entrañable «Tal Cual», cuya carta de presentación era la frase más teodorista de todas : » claro y raspao», tal y como acostumbraba hablar este gran venezolano nacido en El Batey, Estado Zulia, de padres búlgaros que acaba de abandonar el mundo terrenal, luego de una vida dedicada a la lucha por una mejor sociedad, de dejar escritas valiosas obras de gran vigencia, para promover el debate de ideas, desde la honestidad y el coraje político.

NAM/Vladimir Villegas/Opinión