martes 7 de mayo de 2024

#OPINIÓN Resucitar a una vida nueva (Antonio Pérez Esclarín)

Resucitó: triunfó el amor.  A pesar de los graves problemas que sufrimos, estos días de Pascua  son días de júbilo y esperanza. Por ello, también, de compromiso. Celebramos  el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre la crueldad, el odio y la violencia.

Para los seguidores de Jesús, la cruz  no es la última palabra: Es sólo paso, puerta a una Vida Renovada. El Padre resucitó a Jesús y quedaron derrotados la muerte y sus heraldos. Aceptar la resurrección significa creer que la forma de vida de Jesús es el modo de vencer radicalmente la muerte y salvar  la vida. Con frecuencia, afirmamos que creemos en Jesús resucitado, pero seguimos manteniendo los valores y formas de vida de los que lo crucificaron.

Si nuestras vidas se guían por la ambición, por las ansias de poder o de tener, por el rencor y el odio, estamos con los que crucificaron a Jesús y hoy siguen llenando de cruces al mundo y a Venezuela.   La cruz y la resurección son  el  no definitivo de Dios a la violencia, al mesianismo, a la manipulación, al engaño.

El Dios de Jesús tiene pasión por una vida más plena y dichosa para todos, y nos invita a compartir su proyecto de amor. Eso es el Reino. El Reino de Dios está  en la disposición de servir. Cuando se lucha contra el sufrimiento, cuando se alivia el dolor, cuando se trabaja por bajar de la cruz a los crucificados por la corrupción,  los virus,  la injusticia,  el odio y  los abusos de poder,   allí está actuando el Reino de Dios. 

Si hoy reina  la violencia, la opresión, la injusticia, y la mentira;   Jesús nos invita a construir el Reino de la paz, la fraternidad,  el servicio, la verdad. Un Reino sin tronos ni palacios, sin lujos, sin ejércitos ni cuerpos de seguridad,   con el único poder, como  el de Jesús, de sanar, de ayudar, de servir. Un Reino donde los últimos son los primeros, y por ello se les atiende con políticas sociales  dignificadoras, que los traten como  ciudadanos y no como clientes.

El Reino de Dios es el anti-reino de los poderosos y de los que dominan con la fuerza. Como Jesús lo entendió con claridad “los jefes de las naciones las gobiernan como dueños y los grandes hacen sentir su poder. No debe ser así entre ustedes. Al contrario, el que quiera ser grande que se haga su servidor, el que quiera ser el primero que se haga su esclavo. Porque así sucede con el  Hijo del Hombre, que no ha venido a ser servido sino a servir, y a dar la vida por todos” (Mateo 20,20 y ss).

El Reino de Dios comienza a estar  entre nosotros, lo vamos construyendo,  cuando servimos a los necesitados, cuando nos esforzamos por combatir la injusticia y la violencia, cuando nos solidarizamos con todas las víctimas de pandemias y epidemias como son el coronavirus, pero también los virus del hambre, la injusticia,  la opresión, la falta de agua, medicinas y comida. Para Jesús, servir a Dios y su proyecto es servir al prójimo necesitado: no hay otra manera de servir a Dios que sirviendo al prójimo.

Celebrar la Resurrección nos debe impulsar a desterrar la resignación y el miedo para renacer a una nueva vida de servicio y entrega;  a trabajar con mayor compromiso  para que en Venezuela resucite    la prosperidad,  la salud, la justicia, la reconciliación y la paz y todos podamos vivir con dignidad, y como hermanos.

NAM/Antonio Pérez Esclarín ([email protected])

                                @ pesclarin      www.antonioperezesclarin.com