Especular acerca de los efectos de privatizar Pdvsa sobre la estabilidad laboral de sus trabajadores es una osadía, quizás permisible a serios y rigurosos analistas multidisciplinarios, conocedores de los efectos sociales de las ventas de empresas estatales a sectores privados.
Pero como decía el filósofo español José Ortega y Gasset, el género ensayo periodístico en nuestro caso, es un discurso que faculta cometer tal atrevimiento, pues por definición nos autoriza a disertar una tesis científica sin prueba explícita.
\Debe haber excepciones, sí, excepciones, en las cuales la privatización de una empresa del Estado, en vez de provocar el despido de buena parte de sus trabajadores, por el contrario, contrate más personal, lo cual será siempre un hecho histórico y noticioso.
Mas tales casos no son usuales. Lo instalado en el imaginario colectivo es una realidad harta común en los procesos privatizadores, cual es el despido de una masa significativa de trabajadores, a veces de manera descarada o, en otros casos, haciendo uso de argucias legales y leguleyas, desde prestaciones denominadas cajitas felices hasta jubilaciones cuyos montos se duermen con el paso de los años.
Es así, y es lo dominante, ojo, con sus respectivas excepciones, porque la privatización de una industria tan vital para el funcionamiento de la economía del planeta impone la recuperación rápida, en plazos bien estipulados, de la siempre significativa y cuantiosa inversión puesta en la compra de la compañía. Wall Street así lo pide.
A estos argumentos propios de todo proceso privatizador se añade la norma, casi principio, instalada con mayor ahínco en la cultura corporativa de las grandes empresas petroleras del mundo, como es lograr el rápido y máximo beneficio para el accionista, que, por supuesto, ya no sería el Estado.
A esta norma tributan otras muy determinantes en la vida laboral de los trabajadores. Entre ellas que Pdvsa es una empresa de uso intensivo de tecnologías y de innovadores manejos gerenciales y estructuras organizativas, que exigen personal calificado sujeto a una permanente actualización educativa.
Es por ello que la irrupción de tecnologías y de valores de cultura organizacional se presentan como desafíos permanentes en la industria, capaces de generar no pocos traumas y desacoples entre los trabajadores, a quienes hay que brindarles un tratamiento humano poco atractivo, hasta disonante, con el máximo beneficio exigido por el accionista.
Ahora bien. Un escenario previsible es que, de llegar a ser privatizada, Pdvsa o sus filiales pasarían a manos de rankeadas empresas petroleras y por tanto la otrora industria estatal venezolana pasaría a ser evaluada con los múltiples indicadores usados para calificar a estas compañías.
Son muchísimos los indicadores financieros y de gestión que valoran el manejo y competitividad de las industrias petroleras. Abundan en la Securities Exchange Commission, organismo regulador y controlador del mercado de valores de Estados Unidos.
Los indicadores van desde flujos de caja hasta el precio de la acción, pasando por volumen de reservas petroleras, yacimientos, producción, ganancias, activos, patrimonio, deudas, ingresos netos, número de refinerías, mercados y otros más.
Y para efectos de valorar la competitividad de la industria existen ventas por trabajador, valor bruto por trabajador, valor agregado por trabajador, costos de las maquinarias operacionales por trabajador, salarios y sueldos por trabajador, todos mirados desde perspectivas históricas y valores relativos.
Otro indicador es la relación entre la producción diaria en barriles de petróleo por trabajador. En 1997 Pdvsa produjo 3.315.000 barriles diarios con una nómina propia de alrededor de 38.000 trabajadores, lo cual arroja 87 barriles de petróleo producidos al día por trabajador.
De acuerdo con un análisis realizado por Petroleum Intelligence Weekly, PIW, en su edición del 12 de diciembre de 2005, Pdvsa estaba en el tercer lugar entre las 50 más importantes del mundo; en ella laboraban 45.683 trabajadores que producían 2.565.000 barriles diarios. Es decir, 57 barriles de petróleo por trabajador.
En 2012 la fuerza laboral propia subió a 111.365 y la producción también escaló a 3.368.000 barriles diarios, lo cual redujo la producción por trabajador a 30 barriles. De acuerdo con estudio el comparativo publicado el 7 de enero de 2013 por Petroleum Intelligence Weekly, en 2012 la empresa se ubicó en el puesto siete entre las 15 mayores petroleras del mundo.
En la actualidad la masa laboral propia de la industria se ubica en el orden de 84.000 trabajadores, los cuales producen 920.000 barriles diarios: 11 barriles por trabajador.
El informe financiero del segundo trimestre de 2024 de Exxon Mobil, la primera en el ranking de PIW, apunta que la empresa produjo 2.771.000 barriles de petróleo crudo y sintético con una fuerza laboral de 72.000 empleados, para una tasa de 34 barriles por trabajador. La mayor productora del mundo, Saudí Aramco, extrajo 10.620.000 barriles diarios en 2023 con el empleo de 79.000 trabajadores, es decir, 134 barriles por trabajador.
De llegar a colocarse Pdvsa en manos de las grandes petroleras, podría ocurrir que tales empresas buscarían elevar el indicador a igual o por encima de 34 barriles por trabajador, lo cual implicaría subir la producción a 2.856.000 barriles diarios con la actual nómina de 84.000 trabajadores.
No obstante, tal escenario es poco probable, mas cuando la cultura corporativa de las grandes petroleras, “…persigue ante todo la excelencia técnica y, en general, están mal equipados para ser sensibles a los posibles matices políticos de sus actividades y decisiones”, afirma Luis Pacheco, en su artículo Pdvsa 1998: antes de la tormenta, publicado en el medio web Prodavinci.
Para alcanzar 34 barriles por trabajador, con la actual producción de 920.000 barriles diarios, desde la fría óptica de los indicadores de gestión se requieren 31.280 trabajadores: habría que despedir a más de 50.000 personas.
El despido de trabajadores se hace más probable cuando se observa que aún cuando la deuda financiera consolidada se ha reducido desde los 45.000 millones de dólares marcada en 2014, los nuevos propietarios deberán pagar un pasivo que hoy se ubica en torno a los 35.000 millones de dólares.
Ni hablar de las ineludibles inversiones en reposición de equipos de todo tipo, desactualizados, depreciados y corroídos por la acción de las medidas coercitivas ilegales impuestas por el gobierno más interesado en la privatización, EEUU, las cuales impiden a Pdvsa realizar los indispensables mantenimientos y reposiciones.
A estas causales de despido se añadiría el obcecado sesgo cognoscitivo de carácter político, cargado de odio, instalado en la conducta de quienes vendrán a ocupar puestos gerenciales y no gerenciales, el mismo que hace presumir que todo trabajador de Pdvsa es chavista, así hoy diga que odia a todo lo que signifique bolivariano y nunca haya asistido a una marcha ni se haya puesto una franela roja.
NAM/Werther Sandoval
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