martes 7 de mayo de 2024

#OPINIÓN || Los años, amarguras de haber vivido || Rafael del Naranco

Un ciclo más – ¡cuántos se han ido! – siendo esa trocha la esencia magnánima de que hemos vivido. Toda subsistencia humana es una calzada empedrada digna de ser cruzada, y una prueba inequívoca para nosotros, cristianos viejos – y aún así erguidos – de haber pisado la heredad que nos arrebuja.

No ha sido tan protervo el sendero andado. Amé y he sido correspondido. ¿Malos momentos? Quizás lo hubo. Ahora malamente los recuerdo.

El nuevo año ha comenzado con la misma brisa venida de añejos anales, viendo los días cruzándose en el sotavento de las tardes mediterráneas, en las que ahora hacemos parada y albergue.

Estos primeros días claros de enero, nos acompañó un poeta griego de vieja y admirada data: Nazim Hikmet. Nacido en Salónica, hoy ciudad griega y entonces turca. Siempre lo he recordado con aprecio por el alto valor de sus versos al servicio de los más estigmatizados seres de la tierra. De sus 61 años de vida, 18 los pasó en cárceles dolientes, siendo tratado en condiciones infames.
A Nazim, nada más leerlo, lo mantuve vivo en mi espíritu. Y ahora, tantos años después, su aliento profundo atina nostalgia en mi espíritu.

Narrar la historia del versolari sería ir describiendo una naturaleza huracanada, aullante, excesivamente humillada ante el sufrimiento, la soledad de tantas ergástulas colgadas sobre su piel de luchador torrencial en los cortos años de su existencia.

Sin duda alguna existen seres que, a recuento de sus luchas al servicio de la justicia social y la libertad, no mueren nunca, aún estando enterrados a cortos metros de tierra, mereciendo el pedestal de granito tallado a mano que levanta el coraje, la hidalguía y el perenne sacrificio a favor de los desposeídos de todo resuello.

Su existencia fue una sinrazón de celdas, mazmorras, llagas y humillaciones. Le quitaron media existencia, pero no sus palabras, y ellas se volvieron fibra telúrica, cáñamo erguido, voz apuntalando a los desterrados del planeta, mientras su nombre se quedaría incrustado en la claraboya de los hombres libres aún estando encadenados.

En la antología que tenemos en las manos en esta orilla del Mediterráneo – cuya selección, traducción y prólogo corrieron a cargo de Soliman Salom, un joven amigos en luchas políticas -, la muerte es la heredera de la tradición poética otomana, tanto para el hombre de hoy como en los antiguos poemas del “Divan”.

En general solamente se sabe de Hikmet – dice Salom – que fue un gran poeta turco y hoy universal, y que tras años de cárcel, “un buen día escapó a Rusia donde siguió escribiendo y murió en ese exilio”.

Hoy bien se pudiera decir – y debemos expresarlo – que Hikmet, con sus huesos, piel y carne, formaron una mazmorra consumada desde el mismo día en que llegó a la tierra para convertirse en un portentoso vendaval, defensor de los adoloridos, aquellos con hambre de hogaza y equidad.

El que haya leído alguna vez las estrofas “Las pupilas de los hambrientos”, se habrá estremecido hasta volver la saliva amarga:

“No son unos pocos / no son tampoco cinco, diez: / treinta millones de hambrientos / son los nuestros”.

Hoy, ahora mismo, los millares de pordioseros, cada solitario – los tuyos y los míos, lector, los de todos-, son más gotas de agua que todo el mar de los océanos insondables.

Fuera de Turquía, habríamos de arroparnos nosotros hoy en el poeta- obrero ruso Vladímir Mayakovski al fin de conseguir tanta compresión, entrega y abnegación, hacia la desolada multitud humana perdida en sus inmensas angustias.

“¡Es inmenso nuestro dolor! ¡Inmenso, inmenso!”, gritaba a las aguas del Bósforo, mientras veía llorar a los derviches en sus vueltas perennes, una tarde acanalada en la puerta húmeda de Adrianópolis.

Ante esa herida sin cicatrizar, todos nosotros lectores, sin aprensión, deberíamos leer, aún si fuera una sola vez en la vida, los poemas de Nazim Hikmet, mientras vemos pasar un cortejo de jenízaros bajo los seis alminares puntiagudos de la anublada mezquita del sultán Ahmet.

Nosotros, todos, nos pasamos el tiempo sobrellevando los enredos de la cotidiana existencia, y siempre, al final, nos enfrentamos a la disyuntiva de dudar de la vida diaria, mientras nos envolvemos en zozobras que nos inmovilizan sin ver con claridad la luminosidad del día.

Este es el lema, lector o lectora de estas líneas: 

“Has de saber morir por los hombres, / y además por hombres que quizá nunca viste, / y además sin que nadie te obligue a hacerlo, / y además sabiendo que la cosa más real y bella es vivir”

Hikmet pertenece a esa generación de poetas que como Neruda, Miguel Hernández o Rafael Alberti, creyeron en las mañanas que cantan.

Sus poemas se leen hoy en cada continente – un poco menos en Turquía – , mientras que de sus carceleros solo queda el espanto que inspiraron sus actos, y el aire oliendo a carne fermentada.

Un desconocido año llega, y el planeta tierra sigue ensangrentado terriblemente. Nos destrozamos sin piedra unos a otros con salivas sangrantes germinadas entre terribles odios miserables.

[email protected]

NAM/RAFAEL DEL NARANCO

Síguenos en nuestras redes sociales para que tengas toda la ¡INFORMACIÓN AL INSTANTE!

Visita nuestro sitio web:

https://noticiaalminuto.com/

Twitter:

https://noticiaalminuto.com/twitter

Instagram:

https://noticiaalminuto.com/instagram

Telegram:

https://noticiaalminuto.com/telegram

Grupo de WhatsApp:

https://noticiaalminuto.com/whatsapp