Nuestra revolución, pensada y dirigida por seres humanos, con elevaciones y debilidades tiene el objetivo esencial que planteó para un gobierno el Libertador “la mayor suma de estabilidad posible”.
En un combate brutal como el que se ha planteado por parte de los enemigos internos y externos, no podemos amarrarnos a dogmatismos de manera insensible, hay que ganar la guerra con el menor sufrimiento posible de nuestro pueblo y usar todos los elementos a la mano para la victoria, manteniendo siempre los objetivos.
Si en algo fuimos asertivos al consolidar el MBR 200, fue en recurrir a referencias que son principios propios de nuestra esencia nacional, el más importante para esta reflexión, Samuel Robinson. A él debemos apelar en este momento de nuestra vida republicana, sobre todo al hablar de las relaciones y manejos con el sector privado. Entendemos que el empresario privado tome como razón fundamental el lucro, el máximo beneficio al factor capital en la producción de riqueza, para la reactivación del empleo y la inyección de divisas a nuestra economía. Para agregar valor, en el conjunto de factores de producción, en el proceso de transformación.
Definimos en la práctica que los necesitamos y que con ellos podemos, en esta etapa, ayudarnos, dentro de las reglas para generar empleo digno, para producir riqueza con el valor agregado, de la transformación, de la industrialización. Entre tanto, la empresa comunal, con una nueva forma de producir en colectivo, iría avanzando para mostrar mayor eficacia, mejores resultados en los procesos, tomando el mercado con calidad y precios que la colocaran por encima de la vieja estructura productiva.
A Nicolás Maduro le tocó una tarea posiblemente más titánica que la de Chávez. Pero que complementa el primer paso que se dio, con la democratización de la renta petrolera. Derrotar el bloqueo brutal de los yanquis, el bloqueo mental y de funcionamiento de una economía improductiva y petrodependiente.
NAM/Francisco J. Arias Cárdenas ([email protected])