viernes 29 de marzo de 2024

#OPINIÓN «La resistencia como acto amoroso» (Antonio Pérez Esclarín)

Para seguir resistiendo y no dejarnos doblegar por el desaliento, la resignación o la rendición, necesitamos robustecer el amor. Amor a Venezuela, amor a los venezolanos  y amor a la libertad. El amor  resulta ser el acto transgresor de toda tiranía. El amor es acción creadora, capaz de animar todo movimiento de transformación tanto personal como social. Por ello, hay  que recuperar el significado del amor como fuerza servicial y solidaria y liberarlo de  ese sentido sensiblero y superficial al que muchos lo han reducido. Amar a una persona supone esforzarse para mitigar sus sufrimientos y problemas, trabajar para que  tenga más vida, sea más feliz. Amar a Venezuela significa trabajar por liberarla de la opresión y el autoritarismo que niegan e impiden la vida a las mayorías, lo que implica y exige permanecer activos y  firmes en la resistencia…

El amor como acto de resistencia, es la respuesta a  una sociedad  que ha desviado su esencia como lugar de  convivencia en la diversidad, y ha tomado los caminos de la deshumanización, la dominación y la opresión.  Resulta intolerable y expresión del  abismo a que ha llegado la insensibilidad y la crueldad, observar que se pretenda jugar con la muerte al utilizar las vacunas como herramienta de exclusión, sumisión y  control. Exigir el carnet de la Patria para poder acceder a las vacunas o a cualquier otro  beneficio, es una muestra evidente de traición a la Constitución y traición a las Patria, pues la Patria la conformamos  todos los venezolanos. En un país donde las desigualdades se acrecientan y derivan para la mayoría en hambre, violencia y muerte, tanto de las personas como de la naturaleza, el amor rebrota como trinchera de esperanza tenaz y comprometida, incluso en medio de la noche más oscura.

El amor es una fuerza vigorosa que trasciende toda violencia y opresión. Por eso, donde hay amor no hay violencia, pues esta última se alimenta del odio, del deseo de venganza, mientras que el amor es el desborde del donarse.  El amor no ofende, miente o denigra. El amor utiliza palabras que animan, que sanan, que liberan, que construyen. La fuerza del amor  no se sustenta en las amenazas, en las armas, en los grupos violentos. Su fuerza es desarmada, servicial, dadora de vida. El amor no es cobarde, sino muy valiente y subversivo de todo lo que niega la vida y la libertad

 En Venezuela, la pandemia de Covid 19 ha extendido el olor  a muerte que ya se había propagado  por todo el país al negar a las mayorías la posibilidad de vida y lanzarlos a un exilio incierto  e inhumano, huyendo del virus del autoritarismo y la miseria. Por ello, las mayorías temen más la pandemia del hambre y de la inseguridad que  la pandemia del coronavirus; la muerte por falta de comida, que por la infección del virus.

El amor no es egoísta, es siempre solidario, lanza a las personas al camino de la esperanza, a la ruta de la salvación. Solo el amor es capaz de liberar al esclavo del miedo,  liberación que es y será siempre un acto de resistencia. En estos tiempos en que impera la insensibilidad y la crueldad, es tarea del amante que resiste reforzar la vocación de entrega teniendo siempre en el horizonte la visión de un país justo, próspero, reconciliado y libre. Después de todo, sólo el amor salvará a Venezuela y a la humanidad. Si el autoritarismo amenaza con la muerte, la radical resistencia en el amor anuncia la resurrección de un país y un mundo nuevos.

NAM/Antonio Pérez Esclarín