jueves 28 de marzo de 2024

#OPINIÓN || La Máscara: Entre lo visible y lo invisible || Dra. Carmen Rosa Blanco

Todos los espacios humanos incluyen alguna forma de máscara: La religión, la magia, la terapéutica, la economía, la política, la vida cotidiana. El enmascaramiento medio entre lo visible y lo invisible, entre lo real exterior y la intimidad. Esto quiere decir que el contenido que representa la máscara trasciende lo sensorial.

Etimológicamente la palabra procede de vocablos relacionados: “máshara” en árabe significa persona risible (bufón, payaso); “masca”, raíz europea de “bruja “y “mascarar” (tiznar, ocultar el rostro en la oscuridad); Del latín “mas-hará” (Sahir o burlador) quien oculta la cara verdadera para burlarse de lo real.

Así la máscara consigue efectos mágicos en su portador porque lo libera de los estados larvales, deseos reprimidos, monstruos oscuros. Son catárticas, ya sea como antifaces o disfraces, son “escudos” que ocultan el rostro para permitirle hacer y decir aquello que no puede (o no se atreve) a cara limpia.

Puede decirse entonces, que con la máscara el ser humano puede mostrar, o esconder el drama de la vida y así revelar la verdadera persona que habita en la profundidad de su ser.

La cultura del enmascaramiento es un modo de hacer, es una licencia que asegura el anonimato y la impunidad que disuelve la vergüenza y la mentira; pero también, con frecuencia, encubre la cobardía con límites borrosos entre la máscara y la propia cara.

Actualmente el refinamiento y perfeccionamiento externo de la máscara y del antifaz mediante diversas técnicas comunicacionales y psicológicas, han hecho del enmascaramiento una forma común de proceder en los distintos ámbitos de la vida social.

Oscar Wilde decía: “El hombre es menos él mismo cuando habla por cuenta propia. Dele usted una máscara y dirá la verdad”. A esto podemos agregar, que dependiendo del tipo de máscara (de comedia, de sátira o de tragedia) el espectador (la persona, el grupo, la sociedad) puede identificar muchos de los personajes que se representan al interior de esta obra, que es la vida.

En este sentido podemos decir, que en determinados contextos (políticos, sociales, religiosos) la máscara sostiene el poder porque mantiene el equilibrio de dichos poderes y en consecuencia de las estructuras sociales, bien sea comunicando u ocultando una realidad y esto puede hacerlo con efectos visibles e invisibles.

La virtud de la máscara está en que el representado o personaje, puede ser uno y otro al mismo tiempo. Persona, personaje y máscara se confabulan en algún momento para producir efectos mágicos manipulando el tiempo y el espacio, de tal manera que el enmascarado (persona o realidad) queda liberado y protegido en función de sus intereses.

Todo esto es alimentado con los adelantos e innovaciones del mundo moderno que han hecho posible el extremo refinamiento de la máscara, imponiendo formas de ser, de actuar y de decir artificiosas, de doble cara, creando una gran dificultad (si se carece de buen ojo) para distinguir lo auténtico de lo postizo.

¿Cuál es el peligro de la máscara? –  Desde el punto de vista psicológico se explica que sirve como “protección “que usamos para ocultar quiénes somos, lo invisible que todos llevamos dentro y que puede manifestarse en muchos personajes: el manipulador, el seductor, el indiferente, el autoritario, el malvado, el amoroso, el débil y así sucesivamente…

El lector puede nombrar otros que seguramente conoce porque le pertenecen, o porque conoce a otros portadores. Un primer paso es reconocer que lo tenemos y usamos su máscara y buscar la forma de liberarnos de la pesadilla, porque, sepamos esto: la máscara no es eterna, se rompe, se deteriora, envejece, se pone fea. Esta no ha sido usada solo en tiempos carnavalescos, aparece en todo: en las artes, en la música, en la poesía, en la sexualidad, en la existencia.

Es como las canas, que, a pesar de usar el tinte para taparlas, sus raíces brotan y se manifiestan en todo su esplendor.

Pero la máscara no es algo que nos pertenece por naturaleza, diría que es una posición que asumimos deliberadamente con un fin específico, de allí que es saludable tomar conciencia de la necesidad de ser nosotros mismos, tal cual nuestros defectos y virtudes. Hay que arriesgarse a reconocernos tal como somos.

Es necesario negociar con los conflictos internos y quitar del rostro ese objeto que nos atrapa. Conocernos y aceptarnos, saber lo que queremos, lo que nos gusta, las debilidades y fortalezas sin juzgarnos ni avergonzarnos, amando nuestro cuerpo, lo que tenemos y lo que somos. Abrir el agujero de la máscara para que salga la verdad, como las canas a pesar del tinte…

NAM/Carmen Rosa Blanco/Educadora

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