La pandemia está redefiniendo todos los parámetros de la vida, nos obliga a repensarnos como sociedad y a no quedarnos al margen de los procesos en los que ha incidido y en aquellos que ha puesto en marcha.
En tanto obligación ético-moral y de sobrevivencia estamos en el deber de escuchar la pandemia y atender sus desafíos ante un mundo que se está redefiniendo. Enfrentamos una crisis multidimensional y, desde nuestros espacios y realidades, debemos con urgencia y creatividad dar respuesta a tales desafíos. La tarea es ardua y el miedo no debe paralizarnos.
La pandemia pone en cuestionamiento a la sociedad, la política, la economía, las instituciones, la cultura, la comunicación, los valores y, por supuesto, la gestión de la salud. La solidaridad colectiva se impone sobre la individualidad y las redes de apoyo mutuo adquieren centralidad. En el centro de la discusión la relación pandemia, Estado y mercado. El virus puso la casa patas arriba y no encontramos por dónde empezar a ordenarla.
¿A dónde vamos? En la región surgen voces que llaman a “comprender e interpretar las dimensiones sociales, políticas y económicas de esta pandemia para poder pensar en las diversas aristas de la crisis y las disputas que existen en torno a sus posibles superaciones.” Dada la situación de vulnerabilidad y fragmentación regional, la pandemia nos conmina y convoca a reflexionar colectivamente, a tender puentes, compartir análisis, experiencias e ideas. Nos confronta con dilemas éticos y de construcción de alternativas.
En Venezuela la polarización y radicalización nos debilita ante la pandemia y reclama un frente estratégico, suerte de acuerdo nacional que conduzca al reencuentro, reconocimiento y al tan anhelado dialogo. Desde nuestras realidades y en tanto actores, estamos obligados a tender puentes. Es indispensable un nuevo pacto político, social, económico y ético, que abra las puertas a la solidaridad ciudadana en tanto principio ético común. Inminente elaborar narrativas que cuestionen la polarización y radicalización irracional. La pandemia nos ofrece la oportunidad de construir espacios de tolerancia, de dialogo y nuevas agendas políticas y comunicacionales.
El virus confronta y cuestiona la virulencia política.
NAM/Maryclen Stelling