jueves 25 de abril de 2024

#OPINIÓN || «Fe y Alegría cumple 67 años» || Antonio Pérez Esclarín

Nació el 5 de marzo de 1955 en un rancho del 23 de enero, en Caracas, donado por el obrero Abrahán Reyes y su esposa Patricia. Cien alumnos sentados sobre el piso pues no tenían  sillas, ni pupitres, ni  mesas,   fueron los primeros alumnos. Dos jovencitas de apenas quince años y con tan solo  sexto grado de primaria, fueron las primeras maestras.

Hoy, a sus 67 años,  Fe y Alegría evidencia un espíritu juvenil y emprendedor que se crece ante las dificultades y le lleva a refundarse y actualizarse permanentemente para servir mejor a las poblaciones excluidas y pobres en los 23 países en los que  despliega sus banderas de educación integral de calidad.

En estos tiempos en que la pandemia ha agudizado la profunda crisis humanitaria, que golpea sobre todo a las poblaciones más pobres y carentes, y dificulta cada vez más el acceso y la permanencia en la educación,  Fe y Alegría renueva y alimenta  su compromiso inquebrantable en las raíces de su identidad que expresan su nombre y su logo: Fe,  Alegría y Amor, que es lo que vocea ese corazón que late esperanza y vida en todos los rincones de Venezuela.

Fe en un Dios que  ama a todos y todas y nos invita a construir una sociedad justa y fraternal. Fe en Venezuela, un país maravilloso lleno de potencialidades que debemos convertir en realidades a base de esfuerzo, sacrificio  y trabajo. Fe en el pueblo  sencillo y generoso  que siempre  ha creído y  acompañado a  Fe y Alegría. Fe en la educación como medio esencial para construir un  país reconciliado y próspero. Fe en los educadores que a pesar de las   dificultades y carencias, no sea rinden y se esfuerzan por dar lo mejor de sí  para garantizar  educación de calidad.

De la   fe activa y comprometida, brota una  Alegría  serena que es signo de paz interior, y de satisfacción en el trabajo. Como lo ha expresado el Papa Francisco: “Servir a los demás es el camino para conquistar la alegría. Dedicarse a los demás no es de perdedores, es de vencedores. Es el camino para hacer algo realmente nuevo en la historia”. Por ello, Fe y Alegría se  esfuerza para que todos sus centros  y programas reflejen  la verdadera alegría que se expresa en un estilo festivo,  sencillo, austero;  en un compañerismo cercano y positivo, donde todos se sientan   valorados, apoyados y queridos; donde los que tienen poder lo utilizan sobre todo para empoderar, para hacer surgir a los demás;  donde se vive en un ambiente de estímulo, de osadía, de entrega, de generosidad, de compromiso,  de audacia. Alegría que combate la rutina y la desesperanza y  todo lo que ocasiona tristeza,  dolor, desánimo, pesimismo.

Junto a la Fe y la Alegría, el Amor que es lo que  expresa  ese corazón que aparece en todas sus  obras y programas y que es su distintivo. Corazón que identifica a personas verdaderamente amorosas que se aman a sí mismas, aman lo que hacen y lo hacen con amor, aman a sus compañeros,  aman a sus alumnos, en especial a los más carentes y necesitados. Fe y Alegría entiende que sería una contradicción  un centro, un programa, una emisora, con el corazón pintado en las paredes  o en las carteleras,  y en el que se ha enquistado la rutina, la flojera, el egoísmo, la división, la falta de compromiso y ética. Ni sería coherente  ponerse  una camisa o uniforme con el corazón de Fe y Alegría y luego mantener conductas rutinarias,  individualistas,  desestimulantes. Por ello, promueve  la pedagogía del amor y la ternura en todos sus programas.

NAM/Opinión/Antonio Pérez Esclarín

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