No es fácil ejercer el oficio docente hoy en Venezuela, particularmente cuando éste debe cumplirse en las escuelas públicas y con niños y jóvenes que pertenecen a los estratos más pobres de la población. No se trata de que el maestro venezolano hoy adolezca de las competencia profesionales, ni porque sea insensible a esta clase social (de la cual forma parte), sino porque la mayoría de estos venezolanos: niños, jóvenes, familias y maestros también, se encuentran en alto riesgo, muy vulnerable y bajo la amenaza de que tal cosa crece cada día más.
Quienes dirigen y gobiernan el país, por los hechos queda evidenciado, le dan poca importancia a la inversión en educación. Se apropiaron de estos espacios y de estos actores sociales, solo para la ejecución de una politiquería barata e inútil, como es el caso de obligarlos asistir a marchas defendiendo lo indefendible, sin percatarse, que el maestro, el educador, cumple una función importantísima en todos los niveles donde labora.
Podría decirse, y hay quien lo dice, que el maestro venezolano está mal preparado, que es insensible, que es un lochero sindicalista; pero es que las condiciones de las escuela, los recursos para el aprendizaje, los salarios y perfeccionamiento actualizado, la planta física y todas las instalaciones están por el suelo. Esto solo hay que asomarse a la puerta y contemplarlo.
En Venezuela los salarios en general se pulverizaron como consecuencia de los procesos inflacionarios que hemos tenido. Hoy el sueldo de un maestro, o de cualquier otro profesional que dependa de la administración pública, es insuficiente para vivir. Esto no lo puede negar nadie.
Los maestros, que en su mayoría pertenecen a una clase social baja en escala, no están incentivados para continuar ejerciendo como tales. Muchos han migrado y otros están ejerciendo otros oficios, ejecutando otras tareas para redondearse un sueldo.
Por otra parte la moneda venezolana, el Bolívar, signo monetario con el cual se pagan los salarios en la administración pública, es prácticamente inexistente. Los precios de intercambio comercial están fijados en dólares, así que es materialmente imposible adquirir los artículos de la canasta básica alimentaria con los sueldos actuales. Por todas estas razones los maestros marchan, protestan, ante un gobierno incapaz de escucharlos.
No es problema del maestro que hayan robado el país, que que los ladrones anden vivitos en paises extranjeros disfrutando con el dinero usufructuado, así que no es convincente decirles: No hay dinero, es culpa del bloqueo, porque aquí la corrupción es la madre de estos problemas y ante lo cual la justicia se queda inmutable.
En Venezuela nos quedamos sin maestros, sin escuelas, sin padres y representantes, sin estudiantes… Hacia dónde vamos? – Nos espera el abismo.
Hoy los maestros venezolanos marchan por enésima vez, solo para no quedarse sin palabras, sin dignidad, sin derechos. Nadie los oye o se burlan de ello. El gremio luce fraccionado, dividido, porque mientras unos marchan por salarios dignos y otras revindicaciones, otros marchan para aplaudir y apoyar la desgracia.
Aún así, con todas las circunstancias que se viven en Venezuela, seguimos apostando por la educación de calidad, los maestros bien capacitados y bien dotados, por el renacimiento de la educación pública y por una Venezuela eficiente, recta y humana.
¡Que vivan los maestros venezolanos! ¡Abajo Cadenas!.
NAM/Carmen Rosa Blanco/Educadora
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