jueves 2 de mayo de 2024

#OPINIÓN || «El delgado hilo que separa lo publicable de lo no publicable desde el punto de vista de la ética» || Lcdo. Ernesto Ríos Blanco

Sin pretender aquí profundizar en causas, orígenes o consecuencias, hay un punto, considero –y ojalá no me equivoque- en el cual TODOS estamos de acuerdo: no es nada bueno que esto ocurra. Estando, entonces, de acuerdo en que se trata de una práctica indigna, humillante, denigrante y mal sana que se presenta en los adolescentes, por razones que, repito, no es menester de esta opinión profundizar, sí es el objetivo de la misma reflexionar sobre lo que hacemos con estos videos por redes sociales.

Desafortunadamente o afortunadamente –como lo quiera interpretar el lector- existe el bien y el mal y eso es así desde que el mundo es mundo. Las redes sociales fueron creadas, no se sabe con cuál propósito específico. Yo creo que más que para informar o comunicarse, fueron creados para generar mucho dinero y eh allí la no limitación en lo tocante a los contenidos que se publican en ellas. Cualquier cosa que genere clic servirá para generar dinero, en tanto y en cuanto más clic tenga la publicación.

Siendo así, compete entonces a quienes tenemos la responsabilidad –porque es una responsabilidad, aunque muchos lo olvidan o se hacen los desentendidos- de informar haciendo uso de las plataformas digitales y las redes sociales, para saber hasta dónde hacemos daño o no con lo que publicamos.

No es autocensura

No se trata de no informar o de “limitar” la información, se trata de que, la ética periodística nos habla de que, en cada publicación, por muy noticiosa y, en este caso, atroz que sea, el comunicador, al final, debe transmitir algún valor ante tanta descomposición, porque, se supone que estás publicando una “mala noticia”, pero, a veces publicamos las “malas noticias” como “buenas” o como “un notición” y, aunque al final lo sea, no debemos olvidar lo que ella pueda generar en los lectores y principalmente en los chamos.

Está muy bien decir que, ciertamente, como se ha incrementado el tiroteo escolar en Estados Unidos, se ha incrementado en los países latinos el tema de las peleas o agarrones entre estudiantes y el llamado bullying o acoso escolar, bien sea entre compañeros o entre alumno y profesor e inclusive de alumnos hacia profesores. Es más, esta práctica de los «agarrones» en los liceos no es nada nueva. Esto es más viejo que el cuento de Adán y Eva, pero, claro, ahora hay Instagram, hay teléfonos inteligentes en dominio de quienes no tienen consciencia para el uso de estos dispositivos, que son más computadoras que teléfonos y entonces ahora los «agarrones» son «espectáculos».

Que los publicquen los morbosos

¿Qué se gana con publicar un video de estos en los medios de comunicación o portales web de noticias? Un material grabado con una lamentable y triste carga de inconsciencia e insensibilidad en tanto somos conscientes de que se trata de un hecho absolutamente reprochable, cuando se supone que TODOS estamos de acuerdo en que hay que erradicarlo o allanar los caminos hacia una solución.

Ah, se gana clic, se gana visitas, millones de visitas, se viraliza y entonces eso nos hace subir en el ranquin que tanto nos preocupa como “medio más leído o más visitado” ¿Somos más leídos o más visitados por promocionar este odio y esta bestialidad entre menores? Entonces somos un lamentable y triste portal mediocre al servicio del mercantilismo que utiliza los antivalores para lucrarse.

Es mi criterio personal, el de Ernesto Ríos Blanco, y no explícitamente el de este portal web que me permite publicar este artículo asumir que, viene siendo lo mismo que un medio de comunicación con profesionales con licencia para ejercer el periodismo tenga luz verde para publicar, so pretexto de que es una información que está en el tapete, un video de dos jovencitas menores “desmoñándose” alrededor de un círculo de otras y otros idiotas mirando y grabando con el celular como si se tratara de un espectáculo deportivo, y otro que publique pornografía o pornografía infantil. Es exactamente lo mismo, el mismo morbo, la misma falta de respeto a la ética periodística y a la ética humana en sí misma.

Gana igual número de visitas el medio que publica pornografía al que publica a dos carajitas arañándose y entrándose a golpes ante la vista GORDA de alumnos y profesores en un liceo.

Vaya pues, esta reflexión para todos y cada uno de los que ejercemos esta profesión para que recordemos el delgado hilo que separa lo publicable de lo no publicable desde el punto de vista de lo que consideremos ético o no.

Valga la misma autocrítica –soy periodista- para quienes publican videos de malandros de Caracas, de Zulia o de cualquier parte disparando al aire, en relajos miserables, posando con un arsenal superior al de la propia Fuerza Armada, o publicando esos detestables videos de velorios “malandros” donde llevan al “líder negativo” en un ataúd, al ritmo de un reguetón o un vallenato, hartando miche y disparando a diestra y siniestra como si estuviésemos en la época en la que se grabó “Bonanza” o “Walker, Ranger de Texas”.

Por favor, contribuyamos a la búsqueda de la solución a estas prácticas miserables, insensibles y peligrosas, porque, no sabemos sin un hijo nuestro, un primo, un sobrino o el hijo o hija de un allegado, de un amigo, esté pasando por lo mismo y nosotros simplemente, en busca de clics, publicamos el video para ganar un lugar más alto en el ranquin de más leídos ¡Qué triste!

Demos rienda suelta a las teclas y a nuestras capacidades descriptivas y narrativas, como se hacía en la vieja escuela, donde no había forma de grabar estos actos tan reprochables de nuestros menorcitos y teníamos como única herramienta el intelecto y la creatividad para informar. Ahora ni siquiera se quiere escribir una noticia, basta colgar el video y ya, él mismo es la noticia ¡Que ejercicio tan burdo del periodismo! ¡Que ofensa al arte de comunicar! Construyamos, no contribuyamos más a la destrucción, digo ¿sí o no?

NAM/Opinión/Ernesto Ríos Blanco

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