viernes 19 de abril de 2024

#OPINIÓN || Día Internacional de la Mujer: Algunas reflexiones || Dra. Carmen Rosa Blanco

La conmemoración del “Día internacional de la mujer” ha sido instituido con el propósito de preservar la memoria histórica para estudiar, analizar y reflexionar sobre la fuerza de la organización y de la movilización consiente que han tenido las luchas por la defensa de los derechos que como personas nos merecemos.

Los logros que se han obtenido son significativamente importantes: el acceso en los asuntos públicos, en el ejercicio político, el acceso a la educación, la incorporación al mundo laboral, en las actividades deportivas, científicas, culturales… es decir en diversos contextos y escenarios socio-espaciales habitables en todo el mundo.

Esta ha sido y es, una tarea inacabada, perfectible, por cuanto la dialéctica de la vida cada día nos coloca ante situaciones de incertidumbre, singularidad y conflicto que deben abordarse nuevamente.

La pregunta es: ¿Cómo es que, siendo sujeto de derechos, esta persona, este ser humano –la mujer- ha tenido que luchar tanto, algunas veces hasta la muerte? De forma muy sucinta me asomaré a una aproximación interpretativa del asunto.

Primero hay que decir que lo que conocemos como roles, estereotipos, funciones y creencias, provienen de la cultura, no son de naturaleza biológica. De allí que, no es por haber nacido mujer o varón, por lo que históricamente, a estas personas, se les haya asignado una variedad de tareas por razones de sexo, siendo la mujer la más desfavorecida.

Lo que sí tiene que ver, con la configuración y funcionamiento del cuerpo físico humano (sea mujer o varón) es lo que conocemos como procreación.

Sabemos que, en la historia del pensamiento, especialmente el occidental, las mujeres han sido conceptuadas basándose en el sexo, es lo que se denomina sexismo, que consiste “en la discriminación que se ejerce sobre una persona por razones de sexo o de género y generalmente, para el caso de la mujer, denotando inferioridad”.

Según Dupuis y Col. (1989) las observaciones directas mostraron que la procreación no era posible en solitario, que varón y mujer necesitaban aparearse y copular y en este proceso surge la nueva vida, siendo la maternidad lo que es posible percibirse por el ojo humano, lo que no ocurre con la paternidad, esto es algo no percibido a simple vista. De allí que para poder establecer la progenitura fue necesario ejercer un control sobre la mujer.

Este hecho repercutió en la organización social y por ende en la división de las personas por su sexo, trayendo como consecuencia el control de la sexualidad femenina como un medio para conocer y garantizar la progenitura y así la mujer es sometida a un solo varón, para saber quién es el padre (el patriarca) y por esta vía establecer la descendencia, la familia, el mando, en otras palabras, el patriarcado.

Luego con el descubrimiento de la agricultura sedentaria y la aleación de los metales se profundiza una división sexual del trabajo, donde la mujer queda confinada a los espacios privados, sin acceso a la educación y al conocimiento, el varón en los espacios públicos accede a un tipo de trabajo, percibe una remuneración y se hace independiente y se instaura el patriarcado como sistema social dominante.

Así, la discriminación por sexo o por género se aplica principalmente a las mujeres, debido a los prejuicios culturales y creencias que cuestionan la capacidad de la mujer para ciertas labores. Es una actitud preconcebida sin que existan rasgos o hechos probados que la motiven, son de origen cultural. Angela Saini, periodista científica dice que “no hay nada en nuestra biología que impida la igualdad de género”

Por eso afirmamos, es un mito que las diferencias biológicas entre mujer y varón sean motivos de impedimentos para la realización de las personas. La actitud y comportamientos sexistas persisten todavía debido a los esquemas mentales que se han transmitido y se perpetúan mediante valores y mediante el uso de instrumentos sexistas a nivel de la familia.

Las mujeres contribuimos con esta práctica, cuando estamos educando (o deseducando) a los hijos de manera sexista (colores, juegos, tareas, actividades en el hogar)

Si esto es así, entonces las luchas continúan bajo otra conceptualización, se trata ahora de educar para formar personas en justicia y equidad, sujetos de derechos, conocedores de los valores humanos y de la biología de sus cuerpos, respetuosos y comprensivos de las diferencias.

Creo que la mujer puede liderar estos procesos en el hogar, con la familia, en los centros de trabajo, en las escuelas, haciendo uso de las magníficas habilidades que poseemos todas las personas, sin buscar igualar ni imitar, apreciando las diferencias.

En la conmemoración de la mujer mi llamado es a valorarnos como sexo y como personas, nuestras propias formas de hacer y conocer todo lo que es posible hacer. El mensaje es: En vez de querer hacer lo que el varón hace, hacer lo mismo, como lo hacen las mujeres.

NAM/Carmen Rosa Blanco/Educadora

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