jueves 18 de abril de 2024

#OPINIÓN || Crisis de Representación || Maryclen Stelling

El frágil clima político opositor ha sido perturbado recientemente a raíz de la “carta abierta de los 25” al gobierno de EEUU pidiendo que se alivien las sanciones y luego  la de “los 68”, demandando a su vez que se refuercen. Tales misivas reflejan y expresan la grave situación de la oposición, visibilizan la fractura interna a la vez que denuncian una importante crisis de representación en ese espacio político. 

Difícil escenario que alude a la calidad y degradación de la relación de representación entre la ciudadanía opositora y su dirigencia.   Crisis de representación, prolongada en el tiempo, que afecta directamente el vínculo existente entre los ciudadanos y sus representantes políticos, generando en consecuencia una grave desconexión entre el poder político y la ciudadanía, empujándola a la indiferencia y al rechazo de su dirigencia.

Una ciudadanía opositora cansada y desilusionada que no se siente identificada ni representada,  propensa al abstencionismo y a la autoexclusión política.

Convencida de que su voluntad no se toma en cuenta,  terminará por no confiar,  produciéndose en consecuencia  una ruptura y una pérdida de legitimidad de los partidos políticos opositores.

Crisis cuyos efectos trascienden la relación de representación, por cuanto no solamente la debilita como posible alternativa de poder, sino que genera un desequilibrio de poder que favorece al  Gobierno, entorpeciendo aún más el juego democrático.

La crisis de representación opositora ocurre en un contexto nacional aquejado a su vez por una prolongada crisis multidimensional interna, donde destaca una difícil situación institucional.

En tanto confluye con la crisis país,  la alimenta y la agrava.  Sin menospreciar que, como señalamos arriba,  la debilidad opositora favorece el “exceso de poder” del Gobierno,  deteriorando aún más la democracia. De allí la importancia de  analizar y evaluar la crítica situación opositora, dadas sus consecuencias para el funcionamiento democrático y la calidad de la democracia.

Crisis de representación que de prolongarse en el tiempo alimentará a su vez la crisis de credibilidad y de confianza imperante,  que peligrosamente podría desembocar en un grave proceso de desidentificación con la democracia representativa.

NAM/Opinión/Maryclen Stelling

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