sábado 20 de abril de 2024

#Opinión Baile siniestro (Maryclen Stelling)

A raíz de nuestro artículo anterior, hemos recibido mensajes en torno a la desafección política y su relación con la estructura afectiva imperante, señalando específicamente el miedo.

Un miedo que,  silencioso e invisible, ha ido internalizándose y comienza peligrosamente a cercar el ámbito existencial de la ciudadanía y su cotidianidad.  El miedo constituye  una experiencia privada  y socialmente invisible;  sin embargo, cuando importantes sectores poblacionales se sienten amenazados,  el miedo permea las relaciones sociales y afecta el comportamiento de las personas. Suerte de amenaza que, dado su carácter permanente, deriva en un miedo crónico.

En un contexto de crisis multidimensional no hay que obviar, desmeritar o negar la significación subjetiva de la amenaza y del miedo generalizado en la sociedad venezolana.   Es incuestionable  la relación  entre procesos psicológicos, sociales, culturales, económicos  y políticos, en los que el miedo y la amenaza en una dinámica relación,  cual baile siniestro,  dan significado a la actual  coyuntura política. La relación entre la percepción subjetiva del miedo y la amenaza “política” está condicionada por la crítica situación actual.

La difícil vivencia cotidiana de la crisis pasa por el tamiz de las campañas de miedo y terror emprendidas por  medios tradicionales y, especialmente por redes sociales, peligrosamente  polarizadas y  al servicio de causas políticas.  Las planificadas campañas de terror, nacionales e  internacionales, se dirigen a las debilitadas defensas psicológicas de la población y, en consecuencia, comienza a ser difícil distinguir entre fantasía y realidad.  Aquello que llamamos realidad social es realmente una realidad percibida bajo determinadas categorías perceptuales, suerte de marco que condiciona  los fenómenos que podemos percibir y el sentido e importancia que le asignaremos. El miedo es tanto  un proceso psicológico como político.

Desde el ámbito político-comunicacional, es  inminente reconocer el miedo generalizado y el nivel de angustia ante amenazas “políticas”, que nos dibujan una realidad aterradora afectando nuestras defensas y, cual prisión, nos encierra  en “un mundo ajeno e ingobernable”.

Una angustiosa interrogante recorre el ambiente político ¿Quién podrá defenderme?

Maryclen Stelling