sábado 20 de abril de 2024

#Opinión: Antitauromaquia maracucha (Francisco J. Urbina Nava)

 

Vamos a partir de la década de 1570, cuando el eclesiástico de la Iglesia Católica de la Catedral de Toledo Alonso Velázquez, escribió un tratado contrario a las corridas de toros, que llevaba por título “Tratado contra la bárbara costumbre de correr toros en España”. Es menester recordar que los eventos violentos, usando animales se remontan a la antigua Roma, por esa razón son históricas las críticas de Cicerón contra los espectáculos con fieras en los anfiteatros. Esto incluye a los primeros escritores cristianos y canonistas con sus censuras a los espectáculos públicos con fieras, tigres y toros bravos entre otros, que se prolongó hasta la Edad Media y que motivó a muchos Papas, como la Bula Papal Salutes Gregis (1567), de Pio V, que prohibió los espectáculos taurinos.

A través de la historia, tomando como referencia el Siglo XVIII, enfocada esta actividad como un espectáculo moderno, las corridas de toros, siempre han sido polémicas y se han generado múltiples críticas y defensas, que han conllevado incluso a prohibiciones en muchas ciudades y países, produciéndose divisiones entre los intelectuales, profesionales y pueblos, que se agrupan en partidarios y detractores. En este sentido, el renombrado filósofo y escritor español Miguel de Unamuno, quien se posicionó en contra y declaró “Siempre me han aburrido y repugnado las corridas de toros”.

En nuestro recorrido histórico por el mundo de las Tauromaquias, llegamos a España, donde está la meca de las corridas de toros, ya que su sentido moderno se produjo en este lugar europeo, a mitad del Siglo XVIII. Se produce la transformación radical de la actividad, ya que el torero a pie sustituye al del caballo, los protagonistas ya no son caballeros pertenecientes a clases altas, sino gente del pueblo que se profesionaliza, nacen las ganaderías bravas y se seleccionan toros para la lidia, se constituyen las primeras plazas de toros como edificios permanentes y se fijan las primeras técnicas y normas que rigen el arte de torear. Ya en el Siglo XIX y XX aparecen las grandes figuras del toreo, como Juan Belmonte, José Gómez “Joselito”, Manolete, Dominguín y Antonio Añez. En los años cincuenta se levanta la figura elegante del venezolano Cesar Girón, su hermano Curro Girón, Manuel Benitez “El Cordobés”, Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, Francisco Rivera “Paquirri”, entre otros.

No obstante, el crecimiento y la difusión de la actividad Tauromaquía, bajo un concepto ferial y costumbrista, con fines netamente comerciales, fue creciendo la abolición de las corridas de toros, con una visión humanista y protectora de estos nobles animales, incluyendo a muchas ciudades españolas, con profundas raíces y tradición taurina, tales como Madrid, Barcelona, Girón, Asturias y otro centenar de plazas, que se propagaron por países europeos como Francia, Portugal e Italia y en América, Ecuador, Colombia y Venezuela en Carrizal (octubre 2008) y Caracas (abril 2009).

Para aterrizar a las fiestas taurinas de Maracaibo, es interesante conocer su origen. Obviamente que nacieron en la Maracaibo del comienzo del Siglo XX en su casco urbano que se extendía de la Calle 100, la Marina (Hoy Libertador) y calle 93 (Padilla). Pues bien el primer coso taurino fue el Circo Trébol, construido en 1914, precisamente en Padilla (Calle 93), con Av. 6 (Colón), donde funcionó el edificio del Centro Sur del Seguro Social, llevaba ese nombre por tener forma de redondel, y además era el terreno donde jugaba el equipo de beisbol Trébol. Aquí se llevaron a cabo corridas de toros durante los años 1915 y 1916. También se proyectaban cintas cinematográficas como la Vampiresa India y El Pequeño Carcelero. Para la época ya estaba activo con su cine Manuel Trujillo Durán, quien junto a Régulo Mareh, una vez que cerraron este circo, con sus tablas construyeron El Circo Variedades, en el patio o fondo de la casa de Udón Pérez, en la Calle Carabobo (94) con Av. 8 (Páez), fue inaugurado el 12 de diciembre de 1917, con una corrida de toros. Allí se presentaron los toreros zulianos Luis Acosta “El Zulianito” y Jayita, además de muchas figuras nacionales y extranjeras. Este duró hasta la década del veinte, cuando las fiestas taurinas se trasladaron al Nuevo Circo de Maracaibo (1921), sector del Hospital de Niños, al Circo Metropolitano (1922) donde funcionó el Cine Metro, en Bella Vista y a la Arenas de las Delicias (1927), por el Cementerio El Cuadrado. En estos circos además de toros, se presentaba boxeo, teatro, zarzuela y cine.

La cultura taurina se sostuvo en el tiempo y con ella las peñas taurinas, inaugurándose una majestuosa sede llamada Plaza de Toros Monumental de Maracaibo, inaugurada el 18 de noviembre de 1972 con una capacidad de 18.000 espectadores, ubicada en la Prolongación Circunvalación 2 con Av. 16 (Guajira), sobre un terreno de 10 Has. Y estacionamiento para 8.000 vehículos. Este acto fue en el marco de VII feria en honor a la Virgen de Chiquinquirá nuestra Chinita. Debemos recordar que en este terreno funcionó desde el 19 de noviembre 1966, la llamada Plaza de Toros “La Trinidad”, que tenía una

capacidad de 12.000 aficionados taurinos, con su estructura de hierro y madera, dándole paso en 1972 a esta majestuosa obra de ingeniería.

Producto del consenso de los movimientos sociales y organizaciones ambientalistas y protectoras de animales de Maracaibo, el Burgomaestre de la ciudad Willy Casanova Campos, firmó el 21 de diciembre de 2017, el histórico Decreto No. 001, donde Maracaibo, se incorpora al listado de ciudades abolicionistas de la Tauromaquia del mundo, naciendo con ello la ANTITAUROMAQUIA MARACUCHA, en beneficio de todos los habitantes de la Maracaibo Mía, Siempre Mía de Udón Pérez y todos los maracuchos. Le toca al gobierno municipal la adecuación de esta plaza en un Gran Complejo Ferial “Plaza de Todos”, con uso Cultural, Educativo, Recreativo y Deportivo para el disfrute y beneficio social de todos los maracaiberos y las futuras generaciones de la Maracaibo 2029. Contamos con Vos! @funmara500.

NAM/Francisco J. Urbina Nava