Aquel 19 de marzo de 1895, a la media hora de haberse iniciado los combates en Dos Ríos, cae por una bala asesina, el más universal de los cubanos, el Apóstol de la independencia de Cuba, José Julián Martí Pérez. Han transcurrido 130 años de aquella infausta hora, su legado intelectual, su acción política, su ejemplo permanece intactos como acicate y brújula ética para las nuevas generaciones.
José Martí que fue proclamado como Héroe Nacional de Cuba, el 28 de enero de 1959, un hombre de múltiples dimensiones, de profundo humanismo, poeta, periodista, fundador del periódico Patria y creador del Partido Revolucionario Cubano a los fines de organizar a los hijos e hijas de la isla dentro y fuera de ella, con el objetivo de impulsar la Guerra Necesaria de 1895.
Esa visión de Martí trascendió las fronteras del siglo XIX, concibiendo la lucha por la independencia, no como fin en sí misma, sino como un medio para alcanzar la libertad plena del hombre, convirtiéndolo en uno de los principales promotores del antiimperialismo latinoamericano y defensor acérrimo de la dignidad humana.
Ya en su ensayo, Nuestra América, nos alertó sobre el peligro del expansionismo norteamericano, que se engendraba en el norte revuelto y brutal, convocando a la unidad latinoamericana que él Libertador había lanzado años antes, donde manifiesta su profundo entendimiento de las amenazas que el imperialismo encarnaba para la región.
En la actualidad cuando la humanidad enfrenta una crisis de valores, desigualdades crecientes e injusticias, el ideario martiano, sigue siendo un faro moral y digno, impregnado de un profundo humanismo y ética que se manifiesta en la bondad del ser humano y la necesidad de una educación liberadora, lo cual se abrevia en su frase “Ser cultos para ser libres”, en su patriotismo sin chauvinismo, porque el Apóstol amo profundamente a Cuba, rechazando de forma categórica todo nacionalismo excluyente, ya que para Martí “Patria es Humanidad”.
Martí idealizó sobre la unidad latinoamericana, con pueblos fuertes y solidarios, promoviendo el pensamiento de que los pueblos latinoamericanos debían mantenerse hermanados y prestos a resistir las dominaciones externas y construir su propio destino. Sus advertencias atesoran la fuerza ante nuevas formas de dominio, sanciones económicas, guerras mediáticas, injerencias políticas y modelos neoliberales que someten a los países. Su grito a defender la soberanía sigue siendo bandera de lucha en Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros pueblos que resisten la agresión y la arrogancia imperial.
Hoy, a 130 años de su caída, su vida y obra nos interpelan a la construcción de una sociedad más justa y como cantó el juglar venezolano Alí Primera: Para que sea más humana la humanidad, prueba inequívoca de que su pensamiento universal trasciende la eternidad y es un dialogo permanente con el presente y el futuro, que sus ideas no están condenadas a los libros, que es un pensamiento en movimiento, que se hace realidad en las calles, en sus juventudes y trabajadores que luchan por la emancipación definitiva de nuestros pueblos.
Y como él mismo lo subrayó: «La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida». Martí sigue vivo, iluminando el presente en cada lucha por la dignidad de los pueblos de Nuestra América y del mundo.
NAM/Yhonny García Calles
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