Ocho militares en uniforme de gala portaron el ataúd de la monarca, fallecida el pasado jueves a los 96 años, hasta un catafalco púrpura situado en el interior del Westminster Hall, la parte más antigua del edificio que acoge el Parlamento británico.
Con puntualidad británica, la comitiva que acompaña el féretro, cubierta con el estandarte real sobre el que reposan flores y la corona imperial, empezó a salir a las 2:22 pm (hora local) de Buckingham rumbo a la capilla ardiente instalada en el Palacio de Westminster.
El ataúd, colocado sobre un afuste tirado por caballos, comenzó a recorrer unas abarrotadas calles de Londres, seguido a pie por Carlos III y sus hermanos Ana, Eduardo y Andrés, así como por los hijos del nuevo monarca, Guillermo y Eduardo, juntos justo detrás de su padre.
El cortejo estaba acompañado por una banda de la Guardia Escocesa y la banda de la Guardia de Granaderos que interpretaron las marchas fúnebres de Beethoven, Mendelssohn y Chopin, el tercer movimiento de su Sonata para piano nº 2, que sonó ya en los funerales del presidente estadounidense John F. Kennedy, y de los primeros ministros británicos Winston Churchill y Margareth Thatcher.
El recorrido de 38 minutos y unos 15 kilómetros estuvo acompañado cada sesenta segundos por un disparo de cañón desde Hyde Park y por el repique de campanas del Big Ben en homenaje a la soberana más longeva del Reino Unido.
«Es un evento histórico y ya que hemos tenido la oportunidad de venir a Londres, que mejor que ver todo esto», aseguró a AFP Cristina García, una turista española de 44 años, a quien pilló los homenajes a la reina durante un viaje ya previsto junto a sus amigas.
La capilla ardiente de Isabel II, fallecida el jueves a los 96 años, abrió sus puertas a las 17H00 (16H00 GMT) en Westminster Hall, donde los ciudadanos podrán darle su último adiós hasta el funeral y entierro previstos el 19 de septiembre.
750.000 personas
A primera hora del miércoles, los primeros de la fila amanecieron con mantas, sillas, tiendas de campaña e impermeables, señales de que pasaron allí la noche. Detrás empezó a llegar gente que durmió en casa, bajo la atenta mirada de los agentes desplegados.
«La noche fue bastante húmeda, fría y mojada, pero tengo una pequeña silla y un gran paraguas, así que me mantuve bastante seco. ¡Mejor que otros!», bromeó Dan Ford, un policía jubilado de 52 años, que llegó el martes por la tarde equipado de guantes y un gorro.
La víspera, miles de personas ya desafiaron la lluvia para acoger con aplausos y las luces de sus celulares la llegada del féretro a Buckingham. Y pasaron 33.000 personas lunes y martes por la primera capilla ardiente instalada en Edimburgo, capital de Escocia.
Las autoridades pidieron a la gente en Londres que vista «de manera apropiada» y advirtieron que la espera podría durar horas, incluso toda una noche. El público solo podrá ingresar en la capilla ardiente con una pequeña mochila, pero sin agua ni comida.
Más de 100 dignatarios y otras personalidades deben asistir, entre ellos, el presidente estadounidense, Joe Biden; el rey de España, Felipe VI, y su padre Juan Carlos I; o el mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, anunció una fuente gubernamental.
Los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y Nicaragua, Daniel Ortega, no fueron invitados al funeral, afirmó una fuente gubernamental a la agencia de noticias británica Press Association, sumándose a otros como el presidente ruso Vladimir Putin y su homólogo bielorruso.
Aunque un documento del gobierno que se filtró a la prensa dejaba entender que los dignatarios podrían tomar un autobús para acudir a la abadía, los organizadores explicaron que los aliados más cercanos del Reino Unido podrán utilizar sus propios medios.
El entierro de la soberana que vio pasar a 15 primeros ministros –el primero, Winston Churchill, nacido en 1874 y la actual, Liz Truss, nacida en 1975– tendrá lugar el mismo día en el Castillo de Windsor en una ceremonia privada, confirmando el fin de una era.
Mientras tanto, Carlos III se instala en el poder, pero sus primeros pasos no están exentos de polémica como durante su visita el martes a Irlanda del Norte, en el marco de una gira por las naciones del Reino Unido que finalizará el viernes en Gales.
Las imágenes difundidas mostraron al nuevo rey enfadado con una pluma utilizada para firmar en el libro de honor que parece perder tinta. «¡Oh, dios, lo odio! (…) No puedo soportar esa maldita cosa», dice el monarca, reputado por su carácter caprichoso.
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