NAM trae la historia de connacionales y las circunstancias que les obligaron a irse del país. En temas de diáspora, son muchas las experiencias y las causas por las cuales los venezolanos deciden alejarse de su tierra natal. En esta oportunidad, conversamos con Luis Emiro Bracho, un exitoso exgerente vinculado al área productiva del país, que, desafortunadamente narra la manera como fue perseguido hasta que lo hicieron ir del país.
“Desde joven he venido ocupando puestos de gerencia en grandes transaccionales estadounidenses que operan en Venezuela –explica Bracho- al igual que en empresas de alto prestigio en mi país, en las cuales antes de la llegada del gobierno del presidente Hugo Chávez se evidenciaba un ambiente excepcional de progreso, desarrollo y crecimiento, lo cual me permitió levantar un hogar con mi esposa y dos hijos, con valores cristianos, de amor, respeto, ética y trabajo”.
Sin embargo, Chávez introdujo un nuevo sistema económico en el país el cual encontró una férrea resistencia del sector empresarial con sus consecuencias conocidas por todos: “Los empresarios y quienes hacíamos vida allí, empezamos a angustiarnos con las reformas económicas que se anunciaban en cada discurso desde El Palacio de Miraflores y que cobraban forma con las modificaciones tributarias, intervención a la propiedad privada, nacionalizaciones y expropiaciones”.
“Respirándome en el cuello”
Para 2002 se agudiza una crisis muy intensa entre el gremio empresarial y un sector del gremio laborista venezolano en contra de las medidas del Gobierno lo cual termina en la conocida huelga petrolera.
“Para ese momento –recuerda Bracho- me desempeñaba como Gerente de Ventas de PepsiCola Venezuela C.A., agencia Maracaibo Sur, compañía perteneciente al Grupo de Empresas Polar. La Directiva, en vista de la nula distribución de combustible y la evidente poca garantía para salir a la calle a despachar los productos que comercializaban, decidieron mantener un margen de espera en el desarrollo de los acontecimientos para asumir decisiones correctas, lo que desembocó en allanamientos de las instalaciones, confiscación de rubros y mi detención por ser la cabeza visible de la organización, procedimiento tipo comando llevado a cabo por los distintos órganos policiales del Estado y allí comencé a vivir lo que fue una verdadera persecución”.
Luego de varias horas de interrogatorios intimidatorios –añade el migrante- me dejan en libertad y salí marcado con el sello de apátrida y contrarrevolucionario, además de la intervención telefónica fija de la empresa y mi casa, además de seguimientos constantes en vehículos misteriosos, cuyos ocupantes en más de una vez, me interceptaban como una señal incuestionable de vigilancia e intimidación. Me estaban dando un mensaje ‘te estamos observando’ eso me aterró, más que todo por mis hijos y mi familia entera”.
Otro momento aciago que relata Bracho haber vivido fue la visita del Seniat a la empresa. “A pesar de que los libros contables estaban claros y al día, hubo mil y un argumento a través del cual echarlo por tierra todo y justificar una intervención”.
Nueva empresa, misma suerte
“Fue así –narra Bracho- como, meses después fui seleccionado para ser Gerente de Región en Ron Santa Teresa, una de las compañías más antiguas del país, fundada en 1796, con la cual únicamente tuve paz durante los cursos de inducción, toda vez que al incorporarme a mi rol como tal, en los alrededores de la oficina, aparecieron los mismos efectivos de Contrainteligencia, quienes se llevaban los licores que vendíamos y nos manifestaban textualmente: ‘recuerda que sabemos quién eres, dónde vives y nunca no apartaremos de ti’, fue una pesadilla”.
Se desmiembra la familia
El migrante recuerda que el mayor de sus hijos, militante del partido político Primero Justicia, había logrado una beca para estudiar periodismo en la Universidad Católica Cecilio Acosta, en Maracaibo, pero, por las persecuciones e intimidaciones del cual eran objeto, decidieron enviarlo fuera del país para su protección.
“Se fue a Chile, nación que le abrió las puertas y le ofreció la oportunidad de desarrollarse y allá está haciendo vida lejos de nosotros sus familiares más cercanos”.
Otros intentos infructuosos
“La productividad en Ron Santa Teresa se desplomó –mencionó Bracho- negocié mi salida, progresivamente me abrí espacio en diferentes compañías, pero en esos años turbulentos todas padecieron lo mismo: expedientes fiscales, persecución, negación de divisas para la compra de insumos”.
“Mis padres –prosigue Bracho- entre muchos valores, me inculcaron la perseverancia, por eso, insistí en la industria avícola, en una compañía ubicada en la vía a Perijá en el estado Zulia, zona de alto peligro por presencia de paramilitares, guerrilla y narcos (…) Por ser una empresa de alimentos, fue fiscalizada por el Gobierno e intervenida”.
“Nuevamente me hacían sentir como un delincuente, el estrés aumentaba todos los días y en varias oportunidades en mi regreso al hogar fui víctima de alcabalas, intersecciones y advertencias”.
Tomó la decisión más dura
“Luego de meditar junto a mi familia –recordó- vender algunos activos, emprendí junto a mi hermano para venir a esta tierra con simiente cristiano, huyendo de tanta persecución, labrarme un nuevo camino y con la mirada puesta en el Consumador de La Fe, nuestro Señor Jesucristo y poder reencontrarme en un futuro no muy lejano con mi esposa, mis hijos, mis padres, hermanos y familia restante”.
Actualmente, Bracho se encuentra en Estados Unidos, país donde fue recibido por familiares y amigos y donde estima poder vivir en paz y poder comenzar de cero. “Estoy haciendo las cosas bien, como siempre ha sido mi proceder, poniendo todos mis papeles al día y solicitando todo lo que exige este país para poderme establecer y aportarle a este país que me abrió las puertas todo mi talento, mis conocimientos y mi experiencia que, lamentablemente, no fue valorada en mi tierra”.
NAM/Redacción
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