Al menos 20 de los niños son extranjeros, procedentes de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Sudáfrica, Arabia Saudita, Somalia, Zambia y Uganda.
Las agencias extranjeras sospechan que algunos de los niños estaban siendo adoctrinados en el terrorismo en la Madrasa, registrada oficialmente como un centro de rehabilitación.
Según sus primeras declaraciones, estaban viviendo en malas condiciones, incluso metidos presuntamente a torturas, aunque funcionarios del Consejo de Predicadores de Kenya niegan que la escuela tuviera vínculo con el terrorismo y la trata de personas.
Los niños fueron interrogados en la sede de la policía regional de la costa por un equipo combinado de detectives, incluida la Unidad de Policía Antiterrorista y la Interpol, entre otros.
De momento, los extranjeros serán repatriados a sus respectivas naciones para una mayor investigación sobre cualquier vínculo con organizaciones terroristas extranjeras, y los kenianos serán entregados a sus familias después del interrogatorio.