viernes 3 de mayo de 2024

¡LA RUTA MORTÍFERA A NINGUNA PARTE! ¿Quiere conocer el infierno en la tierra? Adéntrese con nosotros a «El Tapón del Darién» (FOTOS+Videos)

Se puede polemizar y pasar años polemizando y analizando las razones por las cuales los venezolanos, no por el hecho de que deseen migrar para construir un mejor futuro para sí mismos y para sus familias en tanto su país no les ofrece esa oportunidad, o al menos no sin tantos traumas, sino muchas veces por los métodos que utilizan para salir de Venezuela en una especie de “huida desenfrenada” e irracional y cabría la pena preguntarse: ¿Es negocio adelantarse a un serio riesgo de muerte buscando mejor vida? Es decir, si buscas salir de un territorio que no te ofrece vida ni calidad de vida sabiendo que lo más próximo a conseguir es la muerte tuya o de los tuyos al cruzar lugares hostiles e inhóspitos que ni conoces, ¿tiene algún sentido hacerlo de esa forma? Muchos responderán que sí y otros se rascarán la cabeza.

Algunos analistas, quizá un tanto extremistas o tal vez muy realistas, atañen a ciertas formas de migración en el caso específico de los venezolanos por “pura moda” o por un “probar suerte” a ciegas. Tal vez esto último sea lo que haya llevado a que tanta gente muera en el intento. La selva del Darién se ha convertido en el paso más mortífero de tránsito de modo ilegal de un país a otro, veamos las razones.

La región del Darién es una selva tropical pantanosa ubicada en el límite de América Central y América del Sur, exactamente entre Panamá y Colombia, que funciona como un muro natural a la comunicación por carretera, ya que no hay vías de transporte terrestre dentro de la región, por esta razón se le ha denominado el «Tapón del Darién», en parte porque es una barrera ubicada entre la carretera Panamericana, la cual une varios países del continente americano.

Desde el Atlántico hasta el Pacífico la reserva natural se extiende desde el norte hasta la costa sur de Panamá, posee una longitud de entre 100 y 160 km, alberga además una gran cantidad de comunidades indígenas, como Emberá-Wounaan, Madungandí y Wargandí.

Los gobiernos han pensando construir vías terrestres para conectar la carretera Panamericana, sin embargo, nunca se ha podido concretar la propuesta, ya que las comunidades indígenas consideran la selva su territorio ancestral y la carretera sería una amenaza para la preservación de su cultura.

Infranqueable para los viajeros

La BBC News en un artículo realizado por Carolyn McCarthy en 2014, expone que los exploradores siempre se han sentido atraídos al Tapón del Darién, sin embargo, en la mayoría de los casos los resultados han sido devastadores. Describen que en 1510 los colonizadores españoles fundaron un asentamiento, pero, 14 años más tarde fue incendiado por las tribus indígenas, además, después de lo sucedido, a los escoceses también les fue mal, la mayoría perecieron a causa de las enfermedades.

Aunado a esto en 1960 el Tapón del Darién fue atravesado en auto, en un Land Rover y un Jeep, el cruce tomó casi cinco meses a un promedio de apenas 200 metros por hora, abriendo una ruta prácticamente a mano a través de la jungla, donde vadearon cientos de ríos y arroyos, improvisaron puentes con troncos que no siempre cumplieron su propósito. Pese a esto, esta última expedición ayudó a proclamar al Parque Nacional Darién como lugar de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO.

La BBC también añade que doce años más tarde, un reconocido explorador británico, llamado John Blashford-Snell, lideró un equipo de 60 personas en Range Rovers a completar el recorrido por carretera desde Alaska hasta Cabo de Hornos, pero esta corta sección de la ruta fue descrita por Blashford-Snell como el desafío más grande de su carrera.

Peligros naturales

La Provincia del Darién es una de las zonas más diversas del planeta. Este es un lugar de convergencia de la fauna del Norte, Centro y Suramérica, además es la región donde más llueve en el mundo; al año caen más de 10.000 milímetros de agua según el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.

Está bajo la influencia de un clima húmedo y cálido, sus temperaturas oscilan entre 35.5°C la máxima y una mínima de 17.2°C. A las altas temperaturas y a la humedad se suman peligros mortales como ríos con corrientes fuertes, serpientes venenosas, jaguares salvajes e insectos de todo tipo.

Las principales especies que habitan en la selva son el águila arpía siendo está el ave nacional del país, el capibara que es el roedor más grande del mundo, el loro, los monos aulladores, el guacamayo, el jaguar, el perro salvaje, reptiles, víboras entre otros.

Se esconden traficantes y se pierden migrantes

El tapón de Darién es una de las zonas más peligrosas, no solo por la naturaleza salvaje que habita en ella, sino también por el tráfico de drogas, el cual ha ido en aumento debido al patrullaje marino.

«Los traficantes surgieron de remanentes de los carteles colombianos de la droga y los grupos guerrilleros desmovilizados», sostiene Frank Ábrego para la BBC News.

También existen organizaciones criminales que utilizan a los migrantes, y aprovechándose de su situación cometen reclutamiento, violencia basada en género, trata de personas y explotación sexual.

Para el género femenino es más difícil, al menos 88 mujeres han reportado ser agredidas sexualmente en el paso entre Colombia y Panamá, afirma Médicos Sin Fronteras para El País.

Aun así, eso no ha impedido que miles de personas se adentren en la peligrosa selva con un solo destino: llegar a Estados Unidos, anteriormente la población de migrantes estaba conformada en su mayoría por haitianos, desde el año 2021 los venezolanos han superado las cifras.

Es una pesadilla

En los últimos días se han revelado casos de venezolanos fallecidos, en solo una semana, se ha reportado la muerte de cinco migrantes venezolanos.

Según los testimonios se hace normal encontrar por el camino a personas que fueron abandonadas por su grupo luego de sufrir algún esguince o fractura, hasta en algunos casos esperan la muerte tras quedar a su suerte por varios días en la selva.

Es que, no es negocio

Además de los traumas físicos que se padecen se suman los mentales, pues lo que viven los migrantes en esa ruta inhóspita les resulta inolvidable. Varios de ellos resumen la experiencia como la peor pesadilla de sus vidas, una atrocidad inimaginable en una selva húmeda, con abismos y ríos rápidos por donde cae la gente con niños y donde se ven muertos.

Los que han logrado cruzar el Tapón del Darién aconsejan no intentarlo por muy mal que se encuentre económicamente, también insisten en que, si se va a asumir el riesgo, lo más recomendable es que no se lleven niños ni personas de la tercera edad, pues aseguran que es una experiencia espantosa que requiere de mucha fuerza física y sobre todo mental.

Las historias reveladas en los últimos días por migrantes que han decidido compartir sus estremecedoras experiencias, son realmente espeluznantes, no obstante, la gente sigue utilizando esta ruta sin medir consecuencias ni mirarse en espejo ajeno.

Desde cocodrilos con medio cuerpo humano en sus fauces, hasta cadáveres enterrados o semienterrados, tirados en cualquier parte de la selva o mordisqueado por las fieras se observa por esa travesía y para los niños es sencillamente dañino e impactante.

La travesía del infierno

En uno de los más extensos y completos reportajes in situ, que realizó el equipo periodístico de la BBC Mundo, se trazó la ruta infernal que nosotros resumiremos apenas en párrafos, pero que dejaremos el link para que usted pueda ir directo al material de la BBC y profundizar mucho más sobre esta mortífera cruzada con testimonios realmente desgarradores y espeluznantes que, por la dignidad y por la vida humana, esperamos que le haga pensarlo 100 veces antes de decidirse a caminar sobre vidrio molido y descalzo.

Día 1: Metetí

El recorrido comienza en el mismo lugar donde para otros termina: en la entrada norte de la selva.

«Esto es un campo de concentración. Hace varios días que estamos aquí, no nos dejan salir y vivimos en las peores condiciones».

El que habla es Mohamed Nasser Al Humaikani. Delgado, de hablar suave y mirada dócil, alrededor de su cabeza orbitan decenas de moscas. Él las espanta con las manos, pero es un esfuerzo inútil. Los insectos regresan, dan varios giros y finalmente se posan sobre su piel sudorosa.

La Etah de Metetí está ubicada en los fondos del complejo militar.

Está rodeada por una valla metálica y dentro de la carpa hay tres hileras de literas cubiertas por colchones marchitos y sucios donde los migrantes pasan los días.

Aguardan por una respuesta mientras se esconden como pueden de un enemigo que ni siquiera tuvieron que sortear cuando estaban en la selva: las moscas.

Las golpean con toallas, pero son demasiadas. Algunos intentan inútilmente agarrarlas con golpes súbitos de las manos para lanzarlas contra la pared y quizás ahogar así la frustración de la espera.

Día 2 Yaviza

Una vez se acaba la carretera, la vida se vuelve un poco más primitiva.

En Yaviza, una localidad a unos 300 kilómetros de la capital panameña, el trazado de pavimento de la ruta Panamericana se desvanece de repente, después de un recorrido de 12.500 kilómetros desde Prudhoe, en Alaska.

Y allí donde termina, solo quedan el agua y las canoas.

Donde se acaba el asfalto y se asoma el río Tuira, comienza el Tapón del Darién, esta extensión de tierra que ocupa el 13% del territorio de Panamá y que contiene la mayor colección de especies de pájaros del mundo.

Una selva que, al otro lado de la frontera y durante los últimos 30 años, ha sido el campo de batallas, masacres, torturas y secuestros de civiles por parte de frentes guerrilleros y comandos paramilitares de Colombia.

Pero que es sobre todo un infierno de humedad y calor donde casi no se divisa el cielo. No se ve por dónde sale el sol ni dónde se esconde, es imposible distinguir el norte del sur sin brújula, sin GPS. Si no hay alguien que lo indique, se pueden pasar días caminando en círculos como un perro que persigue su propia cola.

Día 3 Agua

Para sentir el alma del Darién hay que acariciar el agua. El agua aquí abunda. Es una de las regiones más lluviosas del planeta y desde que salimos de Yaviza ha dado prueba de ello: una llovizna leve y eléctrica nos acaricia el rostro durante una buena parte del trayecto.

Pero la generosidad de las precipitaciones y los afluentes no dan garantía de movilidad. Para trasladarse 30 kilómetros se necesitan seis horas. Con la carretera, bastaría acelerar y en menos de dos horas estaríamos en Colombia.

Así, a este paso de barcazas y pies dispuestos, tardaremos otros seis días.

Y ese conflicto entre la naturaleza y el progreso lleva más de 50 años, en los que varios bandos no se han puesto de acuerdo sobre si la selva debe ser atravesada o no con los 108 kilómetros de autopista que faltan entre Yaviza y el puerto colombiano de Turbo, donde la carretera continental reanuda su curso.

Día 4: Boca de Cupe hacia Paya

Con el primer canto del gallo comienza otro tramo del recorrido. Otra vez la canoa, otras seis horas, el agua que salpica desde el cauce del río, el cielo que escupe lluvia espesa.

Desde Boca de Cupe hacia Paya, la comunidad indígena donde -lo sabremos después- empieza la parte más dura del recorrido, los árboles se vuelven más altos, de un verde tan verde que parece negro.

Aunque ha llovido sin pausa desde hace días, el cauce del Tuira se adelgazó tanto que debemos bajarnos varias veces de la piragua de Camarón (un guía)  para empujarla sobre el lecho de piedras.

En el Darién hay más de 900 especies de pájaros, 2.163 de flora, 160 especies de mamíferos, 50 de anfibios, bosques, playas, mesetas y selva virgen.

Día 5: Selva, ahora es cuando empieza el real recorrido

En el Tapón del Darién no hay caminos abiertos. Todo el tiempo hay que luchar contra la vegetación. Apenas nos internamos en el matorral, después de pasar dos quebradas y un par de platanales, comprendemos por qué es tan fácil extraviarse en este terreno: no hay una forma de adivinar el camino. Hay pocos indicios, escasos puntos que sirvan de referencia.

Por eso, hacemos caso ciego a cualquier indicación de los hombres que han venido junto con guías para asistirnos en la que, nos dicen varias veces, es la porción más brava del recorrido.

El paisaje abruma: los árboles centenarios parecen rascacielos y quedamos bajo una pelambre de hojas y tallos que apenas dejan pasar los rayos del sol, aunque no sirven de mucho para detener la intensidad del calor.

La selva hierve en el rostro. Aquí cobra sentido eso que nos han dicho, que uno no cruza el Darién sino que se da de bruces contra él.

Se estampa contra sus decenas de matorrales tapizados de espinas que nos rayan brazos y manos. Contra los cadáveres infranqueables de los árboles que caen y quedan acostados en el suelo por lo que la naturaleza tarde en deglutírselos y que nos obligan a cambiar de rumbo cada dos pasos.

Contra las ramas que se sacuden al paso de cada uno y se vuelven un latigazo seco y doloroso para quien viene detrás.

Contra los vestigios de los migrantes, también: sudaderas Adidas colgadas de los árboles, botellas de bebidas energizantes rellenas de lodo, bolsas de suero para la hidratación, un brasier violeta, unos zapatos deportivos, una chaqueta de bebé.

Día 6 Miedo

Del otro lado del Tapón del Darién, en Colombia, en la comunidad indígena de Juin Phubuur que nos recibe sucios y extenuados, lo primero que me cuentan es el miedo.

Pero es al bajar por el cauce del Cacaricas, en el corregimiento de Bijao – un pueblo entero de afrocolombianos que ya vivió los rigores de la violencia-, donde el temor se respira sin siquiera nombrarlo.

El miedo cunde porque es la zona donde mayor actividad de guerrilla y paramilitarismo opera y donde la ley la imponen ellos. Ahí se escuchan historias de violaciones, decapitaciones y reclutamientos. Muchos de los que llegan a esa instancia, de ahí no pasan, porque, su objetivo se truncó, fueron reclutados para equis guerrilla y ahora no tienen como salir de eso, les cambió la vida para siempre.

Día 7 La Salida

El último tramo del viaje es hacia Turbo. Es un camino en bote que no debe durar más de cinco horas, pero de nuevo tenemos que bajarnos de la canoa en la que vamos y literalmente caminar sobre el río.

En la otra dirección viene una piragua cargada de mercancías: colchones, gaseosas, plátanos, gasolina. Desde la punta de la embarcación, un hombre delgado y barbudo camina con el agua hasta las rodillas, empuja para que el pedazo de madera logre avanzar algunos metros.

«Esto es todos los días. De ida y de venida, hay que bajarse y empujar», me dice. Se llama Felipe. «Pero es la única forma que tenemos para transportarnos», resopla y continúa pujando por esa vía de aguas pandas y fondos cargados de sedimentos leñosos.

Pero no menciona la carretera. Nadie lo hace a menos que se le pregunte. Solo cuando el río Cacaricas se encuentra con el gigante del Atrato aparece nuevamente la idea de la Panamericana: llegamos a Puente América.

Prioridades. La lancha se hace poderosa cuando la profundidad del Atrato se combina con la extensión del mar Caribe que está frente a Turbo y de nuevo acaricio el agua.

Atrás, cubierto por la bruma de una llovizna, la espesura del Darién se va diluyendo en el horizonte.

Un gigante cargado de pesadillas, como si se tratara de un invento de la imaginación.

REPORTAJE INTEGRO DE LA BBC MUNDO

NAM/María Sabril/Ernesto Ríos/Con información de BBC Mundo/MarginalMedia

Síguenos en nuestras redes sociales para que tengas toda la ¡INFORMACIÓN AL INSTANTE!

Visita nuestro sitio web https://noticiaalminuto.com/

Twitter: https://bit.ly/3kpAtzz

Instagram: https://bit.ly/3jh0TnE

Telegram: https://bit.ly/3Dvclo3

Grupo de WhatsApp: https://chat.whatsapp.com/GlOEXjCuQ5I1uQbVzZig4m