Se dice que en el béisbol hay muchas jugadas complejas y difíciles de lograr; el jonrón dentro del campo es una, incluso hasta más complicada que el propio juego perfecto si se toma en cuenta que hay temporadas de hasta tres juegos perfectos en las Grandes Ligas, pero ninguna de ellas con un cuadrangular de piernas. Otra jugada complicada es batear la escalera: Hit, doble, triple y cuadrangular. Otra más es batear un triple y otra mucho más compleja es hacer un triple play. Pero, cuando combinas fabricar una jugada difícil, considerada hazaña, pero le añades el ingrediente de que lo logras para darle un título a tu equipo, el asunto se torna sideral.
Tal vez las generaciones más jóvenes, las de los años 90, 2000 y 2010, desde luego no conozcan –quizá sus padres o abuelos les habrán hablado- o habrán visto un video en youtube, pero el 24 de enero de 1987, cuando se estaba cerrando la final de la temporada 1986-1987, final en la cual Tiburones de La Guaria defendía su último campeonato conquistado en su larga historia, un joven lanzador; mañoso, difícil, fastidioso, por su magistral manera de mezclar su repertorio de envíos, logró una hazaña que no se ha logrado ni antes ni después.
Un no hit no run, es decir, un juego donde no aceptó inatrapables ni carreras a su rival, pero con un sabor más dulce aún, para darle la victoria a su equipo, lo cual, significaba el título de campeón.
Pero, yendo más lejos aún, Urbano Lugo Junior, al lograr esta hazaña –hasta ahora irrepetible- emuló a su padre Urbano Lugo, quien años antes, había logrado un no hit no run, ante el mismo equipo, en el mismo estadio y haciendo batería con el mismo cátcher, solo que, en esa ocasión, no fue para titular al Caracas, ese pequeño detalle.
La historia
Eran los Tiburones de “La Guerrilla”, y era la década de ese club litoralense que, por esa década de los 80 se convirtió en uno de los clubes a vencer. Ellos venían de ser Campeones en la temporada 1985-1986, lo cual, les dio el derecho de representar a Venezuela en la única Serie del Caribe que se ha organizado en Maracaibo y que fue ganada al final por los Águilas de Méxicali, representante de México.
Ese ha sido entonces, el último campeonato de La Guaira en su historia. La sequía ya supera los 32 años. Pero, volviendo a Lugo, esa serie final fue ampliamente dominada por los Leones del Caracas, que había logrado ganar sus tres juegos anteriores, es decir, que estaba a ley de un solo juego para titularse Campeones por décima ocasión y con barrida ante uno de sus fuertes rivales.
El estadio Universitario de Caracas, que por aquellos años metía más de 25 mil personas en sus tribunas, se rebozó de fanáticos para ver ese juego que prometía, porque, a pesar de que La Guaira estaba contra la pared, atesoraba jugadores de inmenso talento y reconocimiento y darían una dura batalla, para al menos sacar un triunfo y no irse en blanco.
Pero, ese era el día de Lugo. Urbano lo presentía. Él mismo lo cuenta en un material audiovisual que le hiciera el Diario Líder, donde él explica que tuvo esa premonición y sucede como cuando alguien “sin ser pitoniso” predijo lo que ocurriría, estaba escrito y así fue.
La jugada polémica
El juego de Lugo no pudo ser perfecto, pues otorgó bases por bolas y su defensa pifió para que La Guaira en dos o tres tramos tuviese gente en base, pero al final, en las postrimerías vendría una jugada que, con el sistema de repeticiones que hoy existe, pudo haberse revertido la anotación oficial, aun cuando eso es a discreción del anotador y tal vez, jamás se hubiese revertido aquel error de Jesús Alfaro en batazo de Carlos “Café” Martínez.
A Lugo tenían que romperle su no hit no run con un batazo realmente indiscutible y el del “Café” tuvo pinta de eso, pero no fue indiscutible, fue discutible y en ese punto, el anotador hizo acto de justicia.
Porque, “Café” bateó un machucón altísimo que parecía que se dormía en el aire, mientras éste corrió con todo a primera para convertir ese machucón en el batazo que rompería la hazaña, pero se consiguió con un “zorro viejo” en tercera.
Jesús Alfaro tomó el batazo y “a profeso” –él luego lo admitió- voló la pelota con su tiro a primera, para que el anotador le diera error y no hit.
El “Café” se molestó cuando volteó a la pizarra y vio la casilla de hits en cero y la de errores con uno, el de Alfaro: “Si yo no volaba la bola, el batazo era hit, porque no había tiempo de sacar al ‘Café’ ni tirando un strike a la inicial, por eso, lancé la pelota por encima de Galarraga y entonces, convertí ese infieldhits en un error que le salvó el no hitter a Lugo”, comentó Alfaro pasados los años.
De todos modos, la jugada en primera base iba a ser cerrada de todas, todas, así que el error estaba justificado, porque era un batazo sobre el cual había la posibilidad de sacar out al bateador.
Finalmente, con “Café” en segunda base, le tocó el turno a Oswaldo Guillén, mentalizado en dar el batazo que le estropeara la joya que Lugo venía tejiendo, pero, como cosas del destino, el batazo de Guillén fue por tercera, entonces Alfaro, con gran seguridad, hizo el gesto: “Ahora sí, están muertos” su disparo a primera fue perfecto y se logró la hazaña jamás antes lograda en la historia del béisbol venezolano, un no hit no run para darle el título a su equipo.
Esta serie final, la de esta temporada 2021-2022 –para callar muchas bocas en torno al nivel de la liga- ha sido de las más emocionantes, cerradas y batalladas en toda la historia de la LVBP y el tercer juego entre Caribes y Magallanes, que a la postre terminó llevándose el equipo de Valencia entró a la lista de los juegos más emocionantes de la historia de las finales y hay muchos otros, pero ninguno como el de esa noche del 24 de enero de 1987.
NAM/Ernesto Ríos Blanco
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