Por primera vez desde la migración masiva de europeos a América a principios del siglo XX, el número de extranjeros que viven en Uruguay aumenta, esta vez impulsado por una oleada de llegadas de venezolanos y cubanos.
Los residentes nacidos en el extranjero representaban el 3% de los 3,4 millones de uruguayos en 2023, frente al 2% de hace una década, según muestran los datos del último censo del país. Es el primer aumento desde 1908. La agitación política y económica en Venezuela y Cuba durante la última década ha impulsado un éxodo hacia Sudamérica y hacia el norte, en dirección a Estados Unidos.
La relativa estabilidad económica de Uruguay, sus salarios más altos y su seguridad laboral, así como su cacareado sistema de educación pública, lo convierten en un destino atractivo, dicen los emigrantes, aunque el coste de la vida es elevado.
Este mes, en la capital, Montevideo, los voluntarios de la fiesta anual de Navidad de la comunidad venezolana se afanaban en envolver un número récord de pequeños regalos de «Papá Noel» para distribuirlos entre los niños.
«Cuando empezó hace seis años éramos sólo unas pocas familias las que nos reuníamos para organizar los regalos», dijo Vanessa Sarmiento, que ayuda a organizar el evento festivo. Este año 4.000 personas llenaron el Museo de las Migraciones de Montevideo para disfrutar de bandas en directo, castillos hinchables y puestos de venta de platos tradicionales. «Hay pocos indicios de que las cifras disminuyan», afirmó.
Sarmiento cofundó Manos Veneguayas en 2017, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a los migrantes venezolanos a establecerse en Uruguay, donde el gobierno ha buscado acoger a trabajadores extranjeros para reforzar su menguante población.
Sólo la comunidad venezolana se ha triplicado hasta alcanzar los 33.000 en cinco años. Casi 30.000 cubanos han llegado en el mismo periodo, pero suelen trasladarse rápidamente a otros lugares, utilizando Uruguay como trampolín para llegar a EE.UU. y Europa.
El especialista en demografía Martin Koolhaas afirmó que, a diferencia de otros países del continente donde el aumento de la población inmigrante se percibe cada vez más como una carga para los servicios públicos, la tendencia es un «enorme positivo» para Uruguay porque ayuda a contrarrestar un problema de larga data: tener la tasa de natalidad más baja de Sudamérica.
Parte del atractivo de Uruguay es un sistema de inmigración «ejemplar», según Sarmiento.
«Tardé tres meses en conseguir todos mis documentos y encontrar trabajo», dijo Luiz Paz, de 55 años, de Maracaibo (Venezuela), que siguió a su hija mayor a Montevideo el año pasado por estas fechas. «Me siento asentado. Tenemos los mismos derechos que los uruguayos y estamos aquí para quedarnos».
NAM/Reuters
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