Qué peor que una nariz tapada, ¿cierto? Esa sensación de que, hagas lo que hagas, no vas a lograr que entre aire por los conductos de tu nariz, llenos de mucosidades y otras cosas asquerosas, es realmente lo peor. Y cuando le pasa a tu bebé, incluso aún más. Veamos la potencial cadena de eventos: “bebé resfriado” lleva a “bebé mal dormido”, y “bebé mal dormido” lleva a “padre mal dormido”. Y si en los primeros meses de vida de tu bebé, tu sueño se redujo a unas pocas horas al día, imagínate cómo será si está resfriado, con alergia o con gripe.
Si bien hay aparatos médicos para evitar este tipo de situaciones, siempre se puede acudir al remedio casero. Y en este sentido, la creatividad es infinita. Si no, pregúntenle a esta madre que, desesperada con el moquillo de su hija, dio con un método que pocos conocían para solucionarlo. Veámoslo a continuación.
La madre agarró una jeringa (sin aguja, obviamente), la llenó de una solución de agua con sal y se la puso en la nariz a la bebé, que en esos momentos en que el agua pasa por sus fosas nasales, no tiene idea de absolutamente nada de lo que está pasando. Debe ser bastante desagradable esa sensación.
Lo bueno de todo esto, es que el método resultó. Después del primer procedimiento, se ve una “agradable” gotera de mocos saliendo de la fosa izquierda de la chiquita, generando así una “comodidad asquerosa”: por suerte pudo destapar sus fosas, pero el espectáculo posterior con mocos y agua es bastante repelente. ¡Todo sea por respirar bien!
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