suficiente.
Le conté a mi sobrina algunas cosas que sentía cuando iba a Casigua, y me dijo: «¡Gracias por decírmelo, tía! No sabía que te sentías así». A lo que le respondí: «Cada uno de tus tíos seguramente te dirá algo si se lo preguntas, pero tal vez, para evitar el dolor, prefieren no hacerlo».
La tristeza, aunque dolorosa, tiene una capacidad increíble para transformar y profundizar nuestras conexiones humanas. Nos invita a detenernos, a reflexionar, y a compartir esas partes de nosotros que a menudo mantenemos ocultas. En el proceso de honrar a quienes hemos perdido, encontramos un puente hacia aquellos que aún están aquí, construyendo lazos más fuertes y auténticos.
No hay que temerle a la tristeza. Negarla es negar una parte fundamental de nuestra humanidad. Al permitirnos sentirla, la tristeza se convierte en una herramienta poderosa para el aprendizaje
transformacional. Nos enseña sobre la fragilidad de la vida, la importancia de la presencia y el valor de las palabras compartidas.
Hoy, te invito a que te permitas sentir. Habla con tus seres queridos, comparte tus recuerdos y emociones. En esos momentos de honestidad y apertura, encontrarás la belleza de la conexión humana y el poder
sanador de la tristeza.
Que este lunes te recuerde la importancia de abrazar todas tus emociones, de honrar tus recuerdos y de fortalecer esos lazos que nos hacen verdaderamente humanos. Llorar acompañada no solo es sano, sino que además es liberador.
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