Aunque nuestras manos tengan los mismos elementos, ninguna mano es igual a la otra. Hacer comparaciones puede ser útil cuando compramos algún producto o contratamos algún servicio. Pero puede ser tóxico cuando nos comparamos con otros.
Cuando decimos frases como: «Es que tú estudiaste y yo no pude». «Tú vives en tal país y yo en este». «Tú eres afortunada y yo desdichada». «Tu carrera es más popular». «Tú tienes hijos y yo no, o tú no tienes hijos y yo sí». En fin, empezamos a evaluar nuestra existencia desde la vida de otras personas, lo que generalmente termina golpeando la estima o el amor propio.
Observo personas que se sienten menos felices, menos exitosos, menos atractivos, menos afortunados, y de esa manera han perdido la confianza en sí mismos.
Si en las conversaciones la justificación del «no logro» se hace desde las comparaciones con otras personas, es mucho más peligroso porque se suele abandonar o subestimar su propio tiempo y espacio.
Como dice Bernando Stamateas en su libro de «Gente Tóxica» «Todas las bendiciones tienen un nombre, si estás atento podrás capturar aquellas que tienen escrito el tuyo».
Es bueno tener claro quienes somos y lo que queremos, así trabajar sobre una mejor versión será una comparación que hagamos con nuestro «YO» de ayer y no con otras personas.
NAM/Laura La Rosa Colmenares
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