Hay una costumbre Japonesa que tiene más de 400 años, se llama el Kintsugi, que se traduce como “carpintería dorada”. En esa costumbre se utiliza una laca especial mezclada con oro, plata o platino, para reparar algún objeto querido de manera que resalte la cicatriz como parte de la historia del objeto y no como fin del mismo.
Kintsugi surgió como una forma no solo de arreglar un objeto roto, sino de transformarlo en algo hermoso.
Creo que podemos aplicarlo a la vida misma, algunas veces herimos a otros y otras tantas también somos heridos; en este sentido, es importante hacernos cargo; ¡No basta con pedir perdón! Sanar la herida requiere hilos de amor que logren no solo sanar la herida, sino lograr de esa cicatriz un aprendizaje y una relación mucho más robusta.
Otro gran valor que puedo observar en esta filosofía japonesa es la de llevar la cicatriz física con dignidad. Son heridas de la vida que sanaron, pero también implica la superación de alguna batalla y eso es motivo de grandeza y no de vergüenza.
No creo que andemos por la vida mirando a quien herimos, pero si es importante hacer consciente cuando lo hacemos; tener la humildad de reconocerlo, la valentía de asumirlo y el amor para enmendarlo… y eso es ¡Kintsugi del corazón! Mi invitación es abrazar a tu Cicatriz como parte de tú historia.
NAM/LAURA LA ROSA COLMENAREZ
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Ontological Coach / Executive
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