jueves 25 de abril de 2024

¿DÓNDE ESTÁ AHORITA EL NIVEL DE VENEZOLANOFOBIA? Un análisis que debe leer el que se va y el que se queda

Nadie en su sano juicio va a abandonar su “zona de confort” su tierra, sus familiares y todo su entorno social, sus costumbres y principalmente un país donde hacía lo que le daba la gana sin mucho castigo a lo mal hecho y al mismo tiempo un país que alguna vez le brindó muchas oportunidades de progresar y de gestar una familia en paz y tranquilidad, por irse a probar suerte a otra tierra que en algunos casos ha sido vista como «de segunda».
La diáspora es un acto prácticamente obligado, aunque de un tiempo para acá eso ha cambiado un poco y muchos lo hacen por aventura o hasta por moda, pero, eso es otro tema en el cual no se va ahondar aquí. Nada agradable y muy incierto es para el que se aventura, pero, en el caso de los venezolanos, varios son los elementos por los cuales se ha producido un fuerte rechazo con tendencia al incremento al punto de convertirse hasta en violencia callejera. Pasó y sigue pasando a lo largo de los años y a pesar del tiempo en que este fenómeno se viene manifestando.

 

Un video famoso circuló por redes sociales donde una dama venezolana abordó un autobús de transporte público en Lima, Perú. La chica en cuestión estaba ofreciendo unas cadenas y anillos de fantasía como modo de ayudarse económicamente. Cuando la muchacha dijo ser de Venezuela, un pasajero peruano sentado cerca de la puerta trasera de la unidad espetó: “Ustedes son unas ratas cobardes, huyen en vez de quedarse a luchar por su país y vienen aquí es a jodernos, váyanse y defiendan su país, arreglen sus problemas y no vengan a llenarnos a nosotros de más problemas, que aquí tenemos suficiente…”.

La dama venezolana lo increpó y comenzó un careo mutuo que se iba exacerbando paulatinamente. Otro venezolano que estaba más adelante, no aguantó la sarta de humillaciones del peruano hacia su coterránea y se le acercó al peruano para reclamarle. Los decibeles llegaron al máximo y se fueron a las manos. El venezolano repartió golpes como máquina y lanzó al peruano al suelo para seguirlo castigando, pero los pasajeros intervinieron y los separaron. Dichos pasajeros, pasado el altercado, reclamaron fuertemente al peruano: “Eres un irrespetuoso, no debiste hablarle así a esa muchacha, en ese país (Venezuela) hay muchos peruanos que se fueron hace tiempo y allí no los trataron mal. Eres un grosero, te dieron esos golpes bien merecidos por abusador, sobre todo por insultar a una mujer (…)”.

Casos como éste se repiten hasta cuatro y cinco veces por día en todo Lima, sin mencionar los que ocurren en Panamá, donde la “venezolanofobia” es aún mayor.

¿Por qué el rechazo?

La sociólogo Irene de Jaimes afirma que hay dos razones fundamentales que explican esta conducta: “Hay un grueso de compatriotas (venezolanos) que llevan a otros países una mochila llena de problemas, sobre todo de hambre y necesidad y ello se convierte, inevitablemente, en un serio problema para el país que los recibe y por otra parte, hay un grueso de venezolanos muy preparados académica y profesionalmente cuyo problema para el país que los recibe es que la población anfitriona se siente desplazada, rechazada y usurpada en oficinas, comercios, empresas, entidades bancarias, etcétera porque el nivel de competitividad y el ímpetu de trabajo de esos venezolanos los hacen recibir la preferencia de los patronos”.

Jaimes recuerda que “aquí (en Venezuela) hubo una fuerte migración de colombianos y dominicanos en la época de los 70 y 80, entonces menos preparados académicamente que nosotros, pero muy laboriosos, sin embargo no puedo olvidar un dicho que sigue escuchándose actualmente y es que el colombiano si no lo hace a la entrada, lo hace a la salida, que el dominicano nació para sirviente y barrendero. Son procesos ‘naturales’ –entre comillas- reacciones que suelen tener muchas personas porque aflora en ellos todo un cúmulo de complejos y de baja autoestima y lo reflejan en los demás”.

Sin embargo, la sociólogo aclara que “Venezuela en general le abrió los brazos y el corazón a todo el que vino a establecerse en nuestro próspero país, ese no ha sido el mismo trato que ha recibido el grueso de nuestra diáspora, el venezolano ha sido muy mal visto y muy rechazado, más por sentimientos de envidia e inferioridad de los habitantes de esos países que por los propios problemas que dan nuestros coterráneos”.

¿La cosa es contra los pobres?

Más que de xenofobia (rechazo al extranjero), o venezolanofobia como lo hemos denominado en nuestro caso particular, el internacionalista Félix Arellano prefiere hablar de aporofobia (repugnancia a los pobres). Eso es lo que a su juicio estaría afectando al venezolano que migra, especialmente vía terrestre.

“En este momento lo que está migrando está generando problemas es gente que tiene hambre, gente que no tienen medicinas, gente sin empleo, gente con necesidades; no se trata de inversionistas con cuentas bancarias fabulosas”.

Para Arellano, países como Colombia, Ecuador y Perú no constituyen el primer mundo, con presupuestos boyantes y, en consecuencia, la idea que prevalece en los ciudadanos receptores es que “los pobres de Venezuela le quitarán a los pobres de sus países”.

“Claro que va a haber un sentimiento de malestar, de ahí la xenofobia, de ahí que los gobiernos deban trabajar en función de una eventual xenofobia dura, porque recuerda que está llegando alguien que me quita mi pan, o de tener que compartir el poco pan que tengo con los pobres de Venezuela”.

Aunque no sea obligación de los demás países ofrecer su ayuda, para Arellano “debe constituir un compromiso humano, moral y ético”.

“No es porque si lo hiciste tú antes, ahora te toca hacerlo por mí, pero sí debe existir un punto de solidaridad humana por parte de los ciudadanos; y de parte de los gobiernos tiene que haber el ofrecimiento de condiciones mínimas y de procedimientos que no sean discriminatorios”.

Otro punto de vista
Para Oscar Hernández Bernalette, exembajador, politólogo y analista de sociedades en conflictos de desplazamientos, los venezolanos que conforman la llamada diáspora no pueden hablar de xenofobia. Todo lo contrario: “Los países de la región han sido sumamente amables, han entendido la crisis de Venezuela y han actuado con una amplitud que no se ve en muchos lugares del mundo, dándoles permiso de trabajo o residencia”.

Hernández Bernalette, fundador del Centro de Capacitación Migratoria, admite como legítimo que en cualquier contingencia de esta naturaleza, donde comienzan a ocupar espacios, competir e imponer nuevas costumbres, puede darse un proceso de rechazo: “Pero eso sucede en cualquier país, ahora bien, si somos objetivos, la actitud con los venezolanos ha sido positiva”.

“Siempre habrá personas que son de débil estructura mental y personal y que cuando ven a un extranjero lo ven como una amenaza y no como una oportunidad”.

¿Envidia?

En países como República Dominicana, Panamá, Perú, Ecuador y Chile, aun cuando se reconoce que mayormente han sido amplios, amables y cordiales con los venezolanos, muy a lo interno se observa una suerte de envidia, según insiste Irene de jaimes.

“Claro, porque la mujer venezolana, sea pobre o sea rica, trata siempre de destacar, es coqueta, se viste bien, se maquilla, cuida su apariencia y trata de hablar lo mejor posible, ello genera una especie de envida en aquellas que por cuestiones culturales y hasta genéticas son menos agraciadas, son de cabello rizado y no liso, son grotescas al expresarse, tienen un nivel académico menos desarrollado, incluso sus rasgos aborígenes las hace verse menos que las venezolanas, eso es una verdad que muchos tratan de ocultar o negar, pero quien haya viajado y lo haya vivido sabe que eso está ocurriendo, es una condición que también juega en contra de las venezolanas, así que si sabes que eres bonita y que acapararás miradas, trata de ser doblemente humilde, porque las otras mujeres, las del país donde emigres te querrán tragar viva”.

Agrega Jaimes que “las venezolanas les están quitando el trabajo, pero en masas a las panameñas, ecuatorianas, peruanas y dominicanas en la rama de la prostitución, pornografía y eso que llaman damas de compañía, todo lo cual ha agregado más tropezones al caldo”.

Sin embargo, la sociólogo aclara que «no podemos ignorar que así como muchos emigran en busca de oportunidades para labrarse un futuro a base de trabajo, de constancia, de aportar valores y experiencias positivas a ese país, muchísimos van en busca del dinero fácil, de ilegales, haciendo marañas y cosas chuecas, todo lo cual también ayuda a llenar el saco de estigmatizaciones, porque lamentablemente, es de lo malo, de lo que la gente rechaza, que se generaliza a la hora de señalar y de acusar. Hay que ser sinceros en afirmar que muchos venezolanos le han echado leña al fuego y han sido los causantes de esa especie de rechazo que se siente afuera hacia nosotros».

¿Y qué hacer?

Jaimes ofrece varias recomendaciones:

No alardear que eres venezolana y por ende superior a las personas del país a donde emigres, sé excesivamente humilde y prudente

Ármate de muchísima paciencia, principalmente porque escucharás en la calle insultos, reproches, improperios, a palabra necia, oídos sordos, aplícalo aunque te den ganas de estrangular a quien insulta, no te conviene, demuestra con hechos que eres todo lo contrario de lo que se te acusa.

Trata de hacerte amigo (a) de gente de ese país y déjales saber que les estás enteramente agradecido (a) por recibirte y que cuentan contigo para lo que necesiten. La amabilidad –aunque sea por estrategia- siempre es una aliada.

Guarda un poco la altivez y no presumas ser más bonita (o) o mejor preparada (o) que los anfitriones. Si estás en un trabajo y resaltas por lo buena (o) que eres en tu desempeño laboral, trata de ganarte a tus compañeros de trabajo con un buen trato, con un ‘yo te ayudo, eres mi hermano (a), no quiero pasar por encima de ti, eres tan bueno y tan valioso como yo’ y cosas como esas que te ayudarán a que no te vean tanto como una competencia.

No trates de imponer en el país que te recibe, ni tu cultura ni tus costumbres ni mucho menos critiques las costumbres y cultura, modo de hablar, de vestir o de ser de la sociedad que te recibe, muestra disposición más bien, de querer adaptarte a ellos aunque por dentro te mueras de desespero, es la mejor manera de ganarte aliados y amigos y no el rechazo de eternos enemigos.

Ya sea por efecto reacción –natural en los seres humanos al verse o sentirse amenazados- o por envidia, que viene siendo más o menos lo mismo con otras características, lo importante para combatir la venezolanofobia es adaptarse sin dejar de ser venezolano y de sentir orgullo por tu país, y actuar con el mayor bajo perfil posible siempre ofreciendo una mano franca y amigable a quien te recibe. Al final, el rechazo o la venezolanofobia en mayor o menor grado depende de cada individualidad y la forma como se comporte fuera de su terruño.

NAM/Ernesto Ríos Blanco

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