La resonancia magnética cerebral se realiza desde los años 70, pero esta nueva maquina pulveriza los resultados de la anterior con una precisión 10 veces mayor.
La resonancia magnética del cerebro es una técnica muy útil tanto en investigación como en diagnóstico médico.
Gracias a ella, se pueden detectar desde sangrados cerebrales hasta tumores, pasando por inflamaciones, infecciones y otras muchas anomalías.
Desde que comenzó a usarse en la década de 1970 se han realizado bastantes avances, pero nunca se había logrado algo tan potente como lo que acaba de conseguir un equipo de científicos franceses y alemanes en el seno de la Comisión de Energía Atómica (CEA) de Francia.
Se trata de la resonancia magnética del cerebro más potente que se ha hecho nunca.
La máquina en cuestión, bautizada como Iseult, crea un campo magnético de 11,7 teslas.
Por poner la cifra en perspectiva, los escáneres convencionales generan un máximo de 3 teslas.
Como resultado, con esta nueva máquina se obtienen imágenes 10 veces más precisas que las habituales.
Gracias a ello, entre otras estructuras, se pueden ver los vasos sanguíneos más pequeños que alimentan la corteza cerebral y los detalles más minúsculos del cerebelo.
Todo esto permanecía invisible en las imágenes convencionales, según declaraciones de estos científicos.
Un poco de historia
Antes de hablar de la resonancia magnética del cerebro debemos hablar sobre la resonancia magnética nuclear (RMN) en general.
Este es un fenómeno físico descrito por primera vez en 1938 por el físico estadounidense Isidor Isaac Rabi.
Utilizando rayos moleculares, este observó que si las moléculas se someten a un campo magnético los núcleos de los átomos con una cantidad impar de protones más neutrones reaccionan con unas fuerzas de atracción que finalmente cesan durante la fase conocida como relajación.
Unos años después, en 1946, los físicos Félix Bloch y Edward Mills Purcell fueron un poco más allá, demostrando el mismo fenómeno en líquidos y sólidos.
Corría el año 1971 cuando el médico estadounidense Raymond Damadian descubrió que el tiempo de relajación en los tejidos cancerosos era diferente al de los tejidos sanos.
Por lo tanto, inventó un dispositivo en el que se sometían los tejidos a un campo magnético y se medían las señales emitidas por los átomos para calcular los tiempos de relajación y discernir si eran tejidos sanos o tumorales.
Nació así la primera máquina de resonancia magnética, patentada en 1972.
Pero resultaría mucho más útil que esas señales pudieran verse de alguna manera.
Aquí entra en juego el químico Paul Lauterbur, quien un año más tarde consiguió las primeras imágenes en 2 y 3 dimensiones.
Lo logró aplicando gradientes. Es decir, aplicaba campos magnéticos adicionales, cuyas intensidades varían en distintas regiones del cuerpo.
Por eso, si por ejemplo se hacía una resonancia magnética del cerebro, no solo se detectaban las distintas señales emitidas por tejidos sanos o cancerosos.
También se podían pasar a una especie de placa fotográfica en la que se plasman las distintas intensidades de respuesta, que se corresponden con estructuras diferentes del cerebro.
Además, esto ya permitía ir más allá de los tumores y detectar otros muchos tipos de anomalías.
Más tarde, el físico Peter Mansfield usó un modelo matemático que permitía obtener en segundos las imágenes que normalmente se plasmaban en horas.
Posteriormente se han hecho algunas modificaciones para perfeccionar el escáner, pero en general la resonancia magnética cerebral, así como la que analiza otros tejidos, es básicamente esa.
Gracias a ello se pueden detectar muchas enfermedades, pero lo que se ha conseguido ahora no tiene precedentes.
Científicos de todo el mundo llevan años intentando perfeccionar la resonancia magnética cerebral, pero los de la CEA han sido los primeros en realizar pruebas con humanos.
Cuentan con una máquina formada por un cilindro de 5 metros de largo y alto, sometido al campo magnético de un imán de 132 toneladas.
Este, además, está alimentado por una bobina de 1.500 amperios.
Se trata de un escáner colosal, que ya probaron en 2021 con una calabaza. Los resultados fueron un éxito, pero obviamente resulta complicado extrapolar una calabaza a un cerebro humano.
Una vez que han recibido luz verde para las pruebas con humanos, han reclutado a 20 voluntarios para escanear sus cerebros.
Las imágenes que han obtenido están tan detalladas que ya están preparados para realizar más pruebas.
De momento los voluntarios que participan en la investigación son personas sanas.
No obstante, su idea es que en un futuro se pueda utilizar con enfermos de alzhéimer, párkinson o depresión, entre otras afecciones.
Se podría ver cómo cambian los tejidos cerebrales con estas enfermedades o incluso cómo se distribuyen los fármacos por el cerebro.
Inicialmente su resonancia magnética cerebral tendría solo fines de investigación, pero quizás podría servir en un futuro para diagnóstico.
De hecho, creen que algunas enfermedades en las que es esencial el diagnóstico temprano se podrían detectar muchísimo antes.
NAM – Science Alert
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