lunes 13 de mayo de 2024

¡CONTROLA TU CUERPO! Los nervios pueden retrasar o acelerar el orgasmo

Les habrá ocurrido a muchos que durante el primer encuentro con una pareja nueva, estando nerviosos no lograstes tener una erección.

Y seguro que muchos otros -quizás incluso bastantes de los mismos-,   iniciaron un coito estando tensos y el orgasmo llegó muchísimo más rápido e incontrolado de lo que hubierais querido. En ambos casos se debe a una dichosa activación a deshora del sistema nervioso simpático.

Chicas, de verdad que cuando un nuevo amante les dice “esto normalmente no me pasa”, en muchas ocasiones es cierto.

También les habrá pasado que estando nerviosas o incómodas sentís menos placer genital y no hay manera ni de siquiera acercarse al clímax, y sin embargo se habrán sorprendido cuando durante una situación de tensión, riesgo o estrés, o se hayan sentido más excitadas y alcanzado el orgasmo casi de manera espontánea. 

Las dos situaciones responden también a la activación inconsciente del sistema nervioso simpático, y fisiológicamente no son muy diferentes a la falta de erección o eyaculación precoz por estrés de los hombres.

En realidad la estructura de clítoris y pene, vasos sanguíneos, y nervios pudental y pélvico que envían información de los genitales al cerebro, es prácticamente la misma en hombres y mujeres. Vienen de hecho de las mismas estructuras embrionarias, al igual que ovarios y testículos.

El estrés y el orgasmo activan el sistema nervioso simpático

El cuerpo funciona bajo dos modos internos de activación muy diferenciados. Estando tranquilos y relajados el organismo sigue las órdenes del sistema nervioso parasimpático: tienes una presión y ritmo cardíaco bajo, metabolismo en estado basal, musculatura relajada, digestión funcionando, vasos sanguíneos dilatados, y posibilidad de enviar sangre a los genitales si se produce una excitación física o mental.

Pero ante una situación de estrés repentino -ya sea por un accidente, enfado en el trabajo, nerviosismo acusado, o un simple susto- se activan los nervios simpáticos encargados de poner nuestro cuerpo en modo de alerta y preparado para reaccionar de manera inmediata ante amenazas: se segrega adrenalina, el ritmo cardíaco se acelera, aumenta el metabolismo de la glucosa, se dilatan bronquios y pupilas, la digestión se detiene, la sangre fluye hacia los músculos y el cerebro, y se retira de zonas prescindibles como los genitales.

Evolutivamente es una adaptación para que cualquier animal pueda pasar en milésimas de segundo de estar haciendo la siesta en la sabana a huir a toda velocidad al ver un depredador. Actualmente es el volantazo si conduciendo tranquilamente alguien invade tu carril. Notarás tu corazón y respiración acelerada, cuerpo tenso, sudor frío, y si por lo que fuera tenías una erección (de pene o de clítoris) garantizado habrá desaparecido de golpe.

Aquí lo curioso: Durante el coito, a medida que vas sintiéndote más y más excitado se empiezan a activar fibras simpáticas, y llega un momento de estrés corporal absoluto donde el sistema nervioso simpático explota de repente: el orgasmo. Es por eso que en pleno clímax se dilatan las pupilas, la presión sanguínea se dispara a más de 20, y de hecho, la sangre se retira del pene y se pierde casi de inmediato la erección.

Conoce cómo funciona tu cuerpo y domínalo

Por tanto: para tener una excitación genital satisfactoria debéis estar en modo parasimpático (relajado), porque en esas condiciones fisiológicas es como puede llegar sangre a los genitales. Si en los preámbulos de un encuentro amoroso estáis tensos o incómodos, se activan fibras simpáticas que constriñen las arterias que irrigan pene y clítoris dejándoos sin erección y sensibilidad.

Podrás identificar este estado porque empiezas a sudar, tienes tensión muscular, notas el ritmo cardíaco muy acelerado, o sientes incluso temblores.

En cambio si ese nerviosismo o incomodidad lo único que ha hecho es dejar el sistema simpático al borde de la excitación, entonces sí podrás tener erección de pene o de clítoris, pero lo que muy probablemente ocurra es que tras pocas fricciones se activará de golpe el sistema nervioso simpático y tendrás un orgasmo mucho más rápido e imprevisto.

Es un equilibrio interesantísimo: muchos nervios al principio pueden evitar por completo la excitación, pero unos pocos provocar el orgasmo antes de tiempo. Es por eso que disfunción eréctil y eyaculación precoz están tan asociadas en hombres jóvenes, o que las mujeres a veces tengáis orgasmos más fácilmente en situaciones ligeramente estresantes.

De hecho, la activación del sistema nervioso simpático es imprescindible para alcanzar el orgasmo, y es por eso que muchas chicas a quienes les suele costar recurren a gritos, palabras obscenas o insultos, movimientos bruscos, o piden cierta dureza cuando se sienten cercanas al clímax. Son estrategias para forzar un estrés que active el sistema nervioso simpático e induzca el orgasmo. Sin ir muy lejos algunas de las personas que utilizan el sadomasoquismo, juegos de dominancia y sumisión, o sexo en lugares públicos, explican que poner el cuerpo y mente en esa situación de estrés les facilita la excitación máxima.

El consejo práctico es obvio: si te notas tenso o estresado, y distingues cierta sudoración o palpitaciones, ni lo intentes. Relájate, tómate una copa (el alcohol es depresor del sistema nervioso), deja que otros pensamientos fluyan por tu mente (no te obsesiones), y retomad la acción cuando el sistema parasimpático vuelva a tener el control. Y no empieces precipitadamente al primer signo de erección, porque quizás en 20 segundos la fiesta habrá terminado y estarás cabizbajo sentado al lado de la cama.

Por otro lado, si eres de los / las que todo funciona perfectamente pero les cuesta llegar al clímax, quizás un poco de estrés te iría bien. Busca el desencadenante que más te favorezca.

La respuesta sexual es mucho más compleja que esto e intervienen infinidad de otros factores desde hormonales a socioculturales, pero conocer la influencia del sistema nervioso simpático es bien útil para conocer cómo funciona nuestro organismo, y aprender a dominarlo.

 

NAM/El País