Bolivia es el epicentro de un conflicto político que, si bien es interno, mantiene en vilo a Latinoamérica por el fuerte simbolismo que genera en cuanto a la sublevación civil contra la ineficacia política de la izquierda al frente de la gerencia de varios de los países de la región. La ingobernabilidad ha escalado a niveles nunca antes vistos en el país andino, pero también ocurre en un escenario de marcados cambios políticos en una sociedad que se saturó de la implementación de socialismo pregonado por Evo Morales.
Y precisamente el ahora ex presidente boliviano busca volver al mando de un poder que se vio interrumpido el pasado 10 de noviembre con la implosión de un estallido social y un motín en los cuerpos de seguridad del Estado que llevaron al desplome de su gobierno y, posteriormente, a su renuncia y su salida del país por la concesión de asilo político del gobierno de México.
En una entrevista con el mundialmente reconocido periódico The Wall Street Journal, el exmandatario propuso volver a La Paz para terminar su mandato, que culminaría el 22 de enero del 2020, a cambio de no presentarse como candidato presidencial en las nuevas elecciones del país.
«La rotunda demanda de la gente movilizada es que la dictadura debería renunciar”, dijo Morales, refiriéndose al gobierno interino de la Jeanine Áñez, la actual presidenta interina quien se adjudicó el cargo durante los días de acefalía política que sufrió el país después de la partida de Morales. “Eso significa que terminamos nuestro mandato y, a cambio, no seremos candidatos [en las próximas elecciones]. Si se trata de paz, entonces no se pierden más vidas, no hay problema, renuncio [a la candidatura]», dijo Morales en la entrevista al rotativo estadounidense.
Esta declaración de Morales implica una negociación indirecta de su poder de facto, que todavía ostenta por el fuerte simbolismo y la marcada representación política que se mantiene en Bolivia bajo su figura y liderazgo, en la población rural, indígena y el sector sindical.
El líder socialista boliviano hace así una oferta con la cual estaría buscando que se genere una transición verdadera política en el marco de la gobernabilidad y la estabilidad civil, eso ante la imposibilidad de extender su hegemonía electoral aun más incluso después de haber violado la Ley Electoral del país y las disposiciones de la Constitución que impiden la perpetuación de cualquier gobernante en el poder.
El contexto de crisis política y social que se vive en Bolivia desequilibró y alteró la dinámica de la vida civil hasta el punto en que solo una transición política, aunado a la delegación del socialismo de Evo Morales en otro líder que represente su candidatura en las elecciones de enero, podrían reducir la tensión y aplacar un conflicto con fuerte pulso social de la población que apoya el socialismo, y en paralelo, la población no indígena y no rural que quiere un modelo liberal para Bolivia.
Ricardo Serrano
